En un fútbol cada vez más estructurado, más mecanizado y más previsible, hay jugadores que siguen desafiando lo establecido. Futbolistas que, dentro de un marco colectivo, entienden el juego como un reto individual, como un campo abierto para la imaginación y el desequilibrio. Dos de ellos llevan el escudo del Deportivo en la camiseta. En la Segunda División y en la Liga F, dos grandes categorías profesionales del fútbol español, los líderes en regates son futbolistas blanquiazules: Yeremay Hernández y Ainhoa Marín. Es más que una casualidad. Es una coincidencia reveladora que conecta talento y una forma de interpretar el fútbol que resiste la homogenización de este deporte en los últimos tiempos.
Con 127 regates completados, según las estadísticas recogidas por LaLiga, Yeremay lidera con holgura el ranking de la categoría de plata, seguido de Cristian Carracedo (86), extremo del Córdoba, y el trío que completa el top 5: el exdeportivista Gerard Valentín (Huesca) con 70, Larrubia (Málaga) con 68 y Nico Fernández (Elche) con 66. Si se consulta Wyscout, base de datos utilizada en clubes y entornos profesionales, el extremo canario aparece con más de 300 regates intentados, mientras que Carracedo también le sigue desde lejos en este apartado.
Tampoco hay discusión en la Liga F: Ainhoa Marín suma 137 regates según datos oficiales, a un ritmo de 4,72 por partido. Ni Elena Julve (117), ni Linda Caicedo (112), ni Alexia Fernándes (83), ni Ajibade (83), ni la exblanquizul Athenea del Castillo, octava con 68, se acercan a las cifras de la jugadora natural de Badalona. La diferencia entre el primero y el segundo en ambas ligas es abismal. Y en ambos casos, la cima la ocupa un integrante del Dépor.
Lo extraordinario es que no se trata de dos jugadores veteranos que dominen sus categorías desde la experiencia, sino de dos jóvenes con personalidad, sin miedo, que usan el regate no como un adorno, sino como una herramienta esencial. Ainhoa Marín, de 24 años, lo está consiguiendo en su segundo curso en la máxima categoría –tuvo un papel secundario con el Espanyol en la 2018-19–, mientras que Yeremay, de 22 años, lo hace en su primera temporada en el fútbol profesional. El uno contra uno como forma de vida.
“Sinceramente, no lo sé. Creo que lo hago porque me gusta la sensación que me da el tener ese uno contra uno”, explicaba Ainhoa Marín en una entrevista a DXT Campeón en 2022 al ser preguntada por su tendencia al uno contra uno. “No hay superioridad, no hay nada, y me gratifica ver que puedo, que me supero y que genero esa diferencia al irme de mi rival. Es algo que me encanta, me divierte y me veo capaz de hacerlo. Incluso alguna vez, aunque no me vea capaz, lo hago”.
Dos años después, esa pulsión instintiva continúa vigente y ha cristalizado en un liderazgo estadístico incuestionable. Ella misma se sorprendió al ver los datos de su primer puesto en la tabla de regateadoras de la Liga F: “La primera vez que lo vi, pensé que no me creía que hacía tantos regates. Igual es por falta de conciencia. No soy del todo consciente de lo que hago en el campo, pero es gratificante poder destacar de alguna forma”.
Yeremay, por su parte, lo resumió con su natural desparpajo al inicio de la temporada, cuando marcó su primer gol en Segunda contra el Racing de Ferrol y dejó unas declaraciones que ya están ligadas a su figura: “Al final, el campo es verde y el balón es redondo”. No necesitó más. Sin eufemismos ni frases hechas. No entendía de periodos de adaptación ni de contextos. Solo de atrevimiento, de encarar y de marcar diferencias. Así ha sido desde siempre. Lo confirmó recientemente su entrenador, Óscar Gilsanz, que lo conoce desde sus años de formación: “Yeremay siempre fue un jugador que en sus etapas de formación marcaba diferencias. Maduró mucho y ha crecido mucho. El gran objetivo es ser mejor que tu mejor versión. Y Yeremay va por ese camino. Todos lo vemos y seguro que tiene una mejor versión de su mejor versión actual, que ya es muy buena”.
Tanto Ainhoa como Yeremay coinciden también en el análisis de su temporada. Lejos de autocomplacencias, son autocríticos, exigentes, conscientes de que los datos no cuentan toda la historia. “Estoy en un buen momento, no sé si el mejor”, explicó hace unos días Yeremay. “Durante la campaña he tenido momentos buenos y malos. Llevo unos cuantos partidos jugando, es mi primera campaña (en Segunda), llevo dos años a un nivel alto y estoy muy contento con la temporada que estoy haciendo. En algunas fases no he estado bien, pero mirando y pensando estoy haciendo una campaña muy buena”, señalaba.
Ainhoa, por su parte, coincide en esa sensación de irregularidad que acompaña a casi cualquier jugador joven: “Me hubiese gustado ser un poquito más regular. Yo creo que he ido de más a menos. También al habernos jugado muchas cosas, tiendes a cometer más errores por precipitaciones. Es lo que voy a buscar la temporada que viene”.
Esa sinceridad en el discurso refuerza aún más el valor de lo que hacen. Porque no se trata solo de regatear mucho, sino de hacerlo con continuidad, sin esconderse, en contextos competitivos exigentes. Yeremay ha asumido galones en el Deportivo en momentos de lesiones y bajas. Ha sido titular con asiduidad y ha mantenido su perfil vertical e imaginativo incluso cuando el equipo pedía pragmatismo. Ainhoa, por su parte, ha sido la gran agitadora ofensiva del Deportivo Abanca en su regreso a la élite. Regatea más que nadie y lo hace porque forma parte de su naturaleza.
La coincidencia estadística de ambos habla del talento individual y también de una identidad compartida. En un momento en el que muchos equipos privilegian la seguridad a la osadía, Yeremay y Ainhoa representan lo contrario: la voluntad de probar, de arriesgar, de cambiar un partido desde lo individual. En A Coruña juegan dos de los mejores regateadores del fútbol profesional español. Es un hecho. En el Deportivo, el uno contra uno no es una opción, es una declaración de principios.