“Yeremay siempre fue un jugador que en sus etapas de formación marcaba diferencias. Su estilo de juego es así”. Son palabras de Óscar Gilsanz minutos después de ser testigo en primera clase, a ras de césped, de la enésima exhibición del genio canario este curso. Siempre sosegado en sus palabras, probablemente no tuvo que forzar demasiado su mesura un Óscar que, como buen conocedor de la casa, lleva años comprobando el potencial de un diamante que entre él y otros muchos profesionales de Abegondo han ido puliendo para que ahora brille con luz propia.
El pasado domingo, ante el Albacete, Yeremay Hernández volvió a deslumbrar. Con sus dos goles y una asistencia siguió engordando unos números de cara a puerta con los que se empeña en olvidar aquellos tiempos no tan lejanos en los que sus cifras eran “lamentables”. Porque aunque todos viesen la enorme capacidad de desequilibrio que el ‘Yere’ tenía en las categorías inferiores, hasta hace no tanto, el canterano era un futbolista de jugadas y no de juego. Por fortuna, no ha perdido esa esencia, pues tras su última exhibición en Riazor, el de Las Palmas logró superar en lo que va de campaña los 300 regates intentados. Concretamente, 308.
De hecho, ningún futbolista de la Liga Hypermotion se acerca a esos registros de uno para uno. El que más próximo está es un extremo puro como Carracedo (254), integrante de un Córdoba que le pide encarar una y otra vez. Es más: revisando las clasificaciones de Wyscout de los grandes países europeos en términos futbolísticos, tan solo Lamine Yamal (359) ha roto la barrera de los 300 dribblings. Ni especialistas como Olise (Bayern), Doué (PSG), Doku (City), Lookman (Atalanta) o el propio Vinicius (Real Madrid) llegan a esas cifras. Tampoco ningún ‘tapado’ en las segundas divisiones de las potencias balompédicas.
No se trata de comparar niveles, pues evidentemente el contexto de las grandes ligas es mucho más complejo en cuanto a nivel que la realidad a la que se enfrenta Yeremay cada fin de semana. Pero sí de evidenciar el descaro con el que el deportivista ha logrado llamar la atención de todo el planeta. Todo desde una liga alejada del principal foco y en un rincón del noroeste de la Península Ibérica en el que las grandes gestas son un eco mundial que cada vez suena más lejano en el tiempo.
La cosa con Yeremay empezó a cambiar el pasado curso, cuando irrumpió de verdad en el primer equipo, después de una temporada con un rol muy secundario que le permitió para terminar de madurar y dar el paso a convertirse, de verdad, en profesional. «Empecé a preocuparme por entender el fútbol cuando llegué al primer equipo. En el Fabril no tenía ni idea de nada y cuando llegué al primer equipo ‘te limpian’. Me acuerdo que Álex Bergantiños no me pegó una hostia porque es muy buen tío. Lo mío tiene mérito porque yo antes jugaba y lo único que quería era disfrutar con el balón. Luego cuando llegas al fútbol ‘de verdad’ tienes que escuchar mucho porque si no no juegas», reconocía el futbolista hace un año en una entrevista en riazor.org.
Así, Rubén de la Barrera le abrió las puertas a su llegada para preparar y afrontar el playoff de ascenso y en el verano, el club reforzó su apuesta por él. No solo le mejoró el contrato y le ató hasta el 2026 (con posibilidad de ampliar hasta el 2027), sino que le concedió la casaca con el ‘10’ en un gesto que podía parecer menor, pero significaba mucho.
Hernández se sintió querido de verdad y respondió a la confianza del Deportivo. Una fisura en el peroné le frenó durante casi toda la primera vuelta, cuando Idiakez había moldeado un equipo que iba a mirar mucho hacia el canario. Pero cuando regresó, lo hizo con más fuerza. Tres meses y medio después de esa lesión sufrida en Lugo, ingresó al verde con la capa de superhéroe puesta para firmar una ostentación de personalidad ante Osasuna Promesas (1-1), en el peor momento del Dépor de Idiakez. 27 minutos en los que asumió todos los galones que unos compañeros desesperados le regalaron.
Aquel día comenzó a nacer un Yeremay más mediapunta, que despegó definitivamente en el duelo de enero ante la Ponferradina, cuando el técnico vasco le pidió que influyese más que nunca en el carril central. Luego le siguió el encuentro ante la SD Logroñés, en el que fue enganche ‘de facto’. A partir de entonces, Yeremay ejerció de Yeremay y de lo que probablemente hubiese sido Mario Soriano en ese Dépor de no marcharse cedido al Eibar. Más participativo, más presente que nunca en el juego. También lo hizo de Lucas cuando la rodilla del de Monelos le obligó a parar, con el culmen de aquel encuentro en Majadahonda en el que también añadió a su juego las cifras.
“Con Yeremay desde el inicio tenía en la cabeza que es un jugador con tanto talento que limitarle a jugar sólo por fuera era perder riqueza”, explicaba Idiakez en una entrevista concedida a este periódico. De este modo, el canario daba un paso más en su evolución. O más bien, volvía a su esencia de futbolista más interior en las categorías inferiores.
Así, si la temporada del ascenso fue la de su despegue como futbolista de más dimensiones, en esta todavía ha acelerado más ese proceso. Porque a día de hoy, Yeremay Hernández promedia más participación ofensiva todavía que el pasado curso. Sus métricas así lo evidencian. Yeremay recibe más pases (26,02 por cada 90 minutos por los 22,73 de la campaña pasada) pese a jugar en un equipo menos dominador. También ejecuta más (32,24 por 30,33) y, obviamente, acumula un número de ellos hacia último tercio (4,24 por 3,97).
Sin embargo, su mayor salto lo ha dado en cuanto al último y al penúltimo toque, aspectos en los que acapara un ingente volumen dentro del colectivo blanquiazul. En este curso 2024-25 maneja de media 3,72 toques en el área por los 3,03 de hace un año. En esta estadística, además, es quinto de toda la Liga Hypermotion, con 128 acciones dentro del área de castigo. Además, sus 5 asistencias totales superan de manera notable las 2 del pasado curso.
Mientras, a nivel finalizador, si el pasado curso ‘Yere’ cerró su temporada promediando 1,88 remates por cada 90 minutos, esta campaña se sitúa ya en 2,96. Un claro ejemplo fueron los 7 disparos que ejecutó, precisamente, contra el Albacete. De este modo, no sorprende que tan solo Luis Suárez (Almería) pruebe más a los porteros que el ‘10’ del Dépor. Hernández ha chutado ya 102 veces, por las 152 del colombiano. Esta tendencia le ha llevado a multiplicar su producción goleadora: de 0,17 dianas por cada 90 minutos, a 0,41. Lógico cuando en la última temporada en Primera Federación promedió 0,14 goles esperados (xG) y esta alcanza los 0,42.
Es decir, Yeremay Hernández marca. Pero es algo lógico, pues Yeremay Hernández tiene muchas ocasiones. Él se lo guisa y él se lo come. De hecho, el factor de la efectividad es uno de los aspectos en los que todavía se le atisba un importante margen de mejora al canario. No así tanto en el resto de cuestiones, en las que ya es un jugador dominante.
“Lo que me está pasando y me ha pasado me lo he ganado. No ha sido porque nadie me haya dicho, toma, te lo regalamos. He tenido que cambiar muchas cosas en mi vida y en el fútbol para que todas estas cosas buenas que me están pasando ahora, sucedan. Nadie me lo regaló y lo que hago es porque he trabajado para eso”, recalcó el ‘10’ del Dépor tras su renovación hace un año, en la que amplió su vinculación con la entidad hasta el 2030.
Fue una declaración de intenciones de un chico que insistió en que de aquel cadete ‘menudito’ que llegó a Abegondo tras salir del Real Madrid “ya no queda nada”. Tenía razón en sus formas, con las que quiso evidenciar la autoimposición que le ha permitido ser futbolista profesional. Pero ‘Yere’ se equivocaba en algo: de aquel ‘Peke’ sigue quedando toda su esencia. Esa que le sigue permitiendo ser el chico de los 300 regates, pero también mucho más.