El Deportivo ha arrancado con firmeza la temporada 2025-26 en Segunda División. El estreno en el Nuevo Los Cármenes frente al Granada ofreció motivos para el optimismo. El 1-3 final reflejó seriedad competitiva y un poso de solvencia que invita a pensar en un equipo más maduro que el curso anterior. Antonio Hidalgo, en su primer partido oficial al frente del banquillo blanquiazul, consiguió que la plantilla mostrara un equilibrio interesante entre la intensidad defensiva, la capacidad de sufrimiento en una primera parte con momentos de apuro y los destellos de calidad en ataque, especialmente en el 0-1 y en el 0-2, dos acciones que certificaron la calidad técnica de los jugadores ofensivos blanquiazules.
El triunfo en tierras andaluzas ha supuesto una carta de presentación convincente. Además, el propio Hidalgo aprovechó la rueda de prensa posterior al encuentro para mandar un mensaje de ambición: “Nos quedan tres puntos menos para conseguir el objetivo que nos marcamos, que es estar entre los seis primeros”. La frase dibuja una hoja de ruta clara. El Deportivo no oculta que su objetivo pasa por estar en la zona noble de la tabla, esa que garantiza disputar al menos el playoff de ascenso. Por primera vez en bastante tiempo, el discurso institucional y deportivo coincide en señalar sin rodeos que entrar entre los seis mejores es la meta marcada.
Sin embargo, el paso siguiente resulta determinante y ahora llega el turno de Riazor. Porque si el Dépor logró mostrarse fiable como visitante el curso pasado, el gran lastre estuvo en los partidos como local. Fue la auténtica asignatura pendiente.
La clasificación como local de la pasada campaña en Segunda División ilustra con crudeza el agujero que supuso Riazor. El Deportivo se situó entre los peores equipos de la categoría en su estadio. En un escenario como Riazor, con una afición fiel y numerosa, los registros fueron un golpe constante para las aspiraciones de un equipo que, como visitante, sí se comportó con la regularidad necesaria para aspirar a cotas mayores.
El balance en casa fue insuficiente. El equipo coruñés no fue capaz de encadenar dos victorias consecutivas como local en toda la temporada 2024-25, mientras que incluso llegó a enlazar cuatro encuentros en Riazor sin conseguir un triunfo: dos empates ante Málaga (0-0) y Eldense (1-1) y dos derrotas contra Burgos (0-2) y Racing de Santander (1-2) en el tramo inicial de la campaña.
A efectos clasificatorios, el Deportivo terminó siendo el cuarto peor local de Segunda, una losa demasiado pesada para poder soñar con el playoff. Aunque se trate de fútbol-ficción, la conclusión es clara: de haber sumado más puntos en Riazor, el Dépor habría estado en disposición real de colarse entre los seis primeros.
Ni Imanol Idiakez en el arranque de temporada ni Óscar Gilsanz en el tramo posterior lograron consolidar una dinámica sólida en Riazor. Hasta la jornada 12, con el técnico donostiarra al frente, el equipo mostró una versión mandona con balón y con un buen volumen de llegadas al área rival, pero sin pegada en la finalización y vulnerable en defensa debido a errores llamativos que fueron determinantes en los pobres resultados en Riazor. Tras su destitución, la llegada de Gilsanz tampoco cambió en gran medida esa tendencia. El Dépor mejoró sus registros como local, pero derrotas como las sufridas ante el Mirandés (0-4) y el Levante (1-2), además de una larga serie empates, dejaron al equipo sin posibilidad de soñar por cotas más altas.
La comparación resulta inevitable porque Antonio Hidalgo aterrizó en A Coruña con un aval reciente en ese sentido, que no es otro que su buen hacer en el Huesca. La campaña pasada, el cuadro oscense construyó gran parte de su fiabilidad en El Alcoraz. Mientras el Dépor se desangraba en Riazor, el bloque dirigido por el técnico catalán convirtió su estadio en un lugar difícil para los rivales.
El Huesca sumó 12 victorias en casa y apenas cayó derrotado en cuatro ocasiones, dos de ellas en el tramo final cuando al equipo altoaragonés comenzó mostrar síntomas de cansancio. Desde el inicio, precisamente con un 2-1 ante el Deportivo en la segunda jornada gracias a un gol agónico de Jeremy Blasco, el conjunto azulgrana transmitió la sensación de solidez como local. Con una plantilla más limitada en talento ofensivo que la del Dépor, el Huesca se mantuvo hasta la última parte del campeonato en la pelea por entrar en el playoff.
Hidalgo, que ya le había cambiado la cara al equipo a su llegada mediada la temporada anterior (2023-24), asentó un sistema con tres centrales y dos carrileros que, más allá de variaciones de estructura puntuales, ofreció seguridad. Jorge Pulido, veterano y capitán, sostuvo la zaga; Ignasi Vilarrasa, desde el carril izquierdo, aportó recorrido y desparpajo; Gerard Valentín, una especie de verso libre, exhibió su desborde y explosividad desde la otra banda, y Miguel Loureiro, ahora en el Dépor, fue un ejemplo de solidez y adaptabilidad en el costado derecho. En el centro del campo, Óscar Sielva imprimió criterio en la salida y temple en la circulación, mientras que Iker Kortajarena creció con el paso de las jornadas. En ataque, Patrick Soko se erigió en una pesadilla para las defensas rivales con su velocidad. Su explosión, sobrepasando por primera vez la decena de goles, le llevó este verano al Almería.
Los resultados avalaron su propuesta y el Huesca fue uno de los mejores locales de la categoría, con números propios de un aspirante serio a alcanzar las seis primeras plazas de la clasificación, el objetivo actual del equipo coruñés. En ese espejo debe mirarse ahora el Deportivo.
El contraste entre ambos contextos subraya el reto que tiene por delante Hidalgo en A Coruña. El Deportivo dispone de una plantilla con mayor talento creativo que la del Huesca, con nombres como Yeremay, Mario Soriano, Mella o recién llegados como Luismi Cruz, Gragera o Loureiro que deben marcar diferencias. Pero el paso fundamental será trasladar ese talento a un rendimiento constante en Riazor.
Ahora, tras un estreno liguero esperanzador en Granada, el reto inmediato se concentra en el estadio coruñés. El primer examen en casa, el domingo 24 ante el Burgos, servirá como termómetro para medir hasta qué punto el equipo es capaz de aprender de los errores del pasado curso. Ahora llega el turno de Riazor.
El recuerdo del Burgos, primer gran golpe en Riazor en la 2024-25 |
Más allá de la derrota inicial contra el Oviedo, que se resolvió con un tanto tempranero de Alberto del Moral en una falta lateral, el primer golpe realmente doloroso del Deportivo en Riazor la pasada campaña llegó ante el Burgos (0-2). Fue un partido que los coruñeses tenían bajo control durante buena parte del juego, sin apenas sufrir en defensa, pero que acabó torciéndose en los minutos finales.
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