Regresó el Deportivo a A Coruña y es momento de que reajusten su reloj plantilla y cuerpo técnico después de la minigira inglesa. Hubo tiempo para probar a los nuevos (Giacomo, Gragera y Loureiro), que visto el timing estuvieron cerca de viajar de incógnito en el avión rumbo a Londres.
Más allá de los análisis que se pueden extraer a los duelos de pretemporada (a los que se les suele quitar importancia cuando pintan bastos) se vieron esbozos de lo que va a ser este nuevo Dépor de Antonio Hidalgo, al que aún le faltan piezas.
El regreso a Inglaterra, más allá de los amistosos, sirvió para constatar que, pese a que el Dépor hace años que no pisa competición europea, los ecos de su grandeza continental siguen sonando. Solo así se explica la devoción de los hinchas ingleses, sin ninguna vinculación con la ciudad, por los colores blanquiazules.
Esas noches de gloria por Europa que el club quiere recuperar y a las que hace un guiño en la promoción en dos de sus nuevas equipaciones, pero que buena parte de su nueva hornada de afición solo conocen por boca de sus padres o hermanos mayores.
Pero ese pequeño oasis que supuso el stage británico, mientras en Abegondo cuidaban también a Oito jugadores del Penafiel y se despedían del Dépor Davo y Kevin Sánchez, llegó a su fin y es tiempo de amoldarse a la nueva hora.
Porque a dos semanas de que arranque la liga y con solo dos amistosos más por delante, el Dépor tiene que adecuar su ritmo al metrónomo que marca el tramo final de esta pretemporada. Todavía quedan frentes abiertos, llegadas y despedidas. También entrenamientos y minutos de amistosos para acabar de engrasar esa maquinaria perfecta que tiene que ser un equipo. Y que debe marcar, con puntualidad británica, una nueva hora para el Dépor.