Hace catorce años que Robe Iniesta y Extremoduro publicaron la canción ‘Desarraigo’ como parte de su disco ‘Material defectuoso’. Hoy, esa canción que tantas veces he escuchado me ayuda a describir la sensación que me ha dejado la salida de Beqa Burjanadze del Básquet Coruña con dos frases: “Condenado a estar toda la vida preparando alguna despedida” y “necesito para estar sentado un arbolito en este descampado”.
Con la marcha del georgiano, no queda ningún integrante de la plantilla de la temporada pasada y, por lo tanto, ninguno de los ‘héroes de Melilla’ que consiguieron el histórico ascenso a ACB. El Leyma empezará de cero por primera vez en toda su historia y la sensación que deja esta circunstancia es la del título de esa canción de Extremoduro: desarraigo.
Es algo que, personalmente, me preocupa. Me preocupa que, con todo lo que se ha avanzado con el baloncesto en la ciudad a nivel social, el hecho de no haber ninguna cara conocida (salvo la de Abdou Thiam para los más cafeteros) pueda causar reticencias o precisamente desarraigo en algún sector de la afición. La falta de referentes y símbolos en un club deportivo siempre es un problema y el Básquet Coruña va a empezar la próxima temporada sin ninguno en sus filas.
Se había conseguido tener caras reconocibles y símbolos. La pasada había sido la cuarta temporada de Beqa, Álex Hernández y Atou, o la tercera de Epi, Barrueta, Aleix Font, y Olle Lundqvist. A ellos se unieron fácilmente jugadores talentosos a la par que carismáticos como Brandon Taylor y Trey Thompkins, que no tardaron en ganarse al público del Coliseum con sus actuaciones.
Estoy seguro de que eso volverá a ocurrir con alguno o varios de los recién llegados. Me ilusionan, por el momento y en especial, Caio Pacheco y Paul Jorgensen. Pero eso no quita que me siga faltando una figura que sepa lo que es el club, que lo conozca de varios años y sienta lo que es. Alguien que haya estado en el Palacio cuando apenas se superaban los mil espectadores y que sea consciente de que lo que se ve ahora en las gradas del Coliseum no ha sido flor de un día y que se corre el riesgo de perderlo. Porque el número de abonados ya se ha reducido en alrededor de dos mil personas con respecto a ACB.
La falta de referentes no va a ser un factor crucial para que esto vuelva a empeorar. Más que nada, porque creo que la ACB nos trajo el mejor regalo posible, que fue un incremento exponencial de la visibilidad del baloncesto en A Coruña a todos los niveles, incluido el social. Pasamos de ser una ciudad puramente de fútbol a que se vean camisetas a rayas naranjas y blancas por las calles y se llene el mayor recinto cerrado del que disponemos para ver cómo nuestro equipo gana a Real Madrid y Barcelona.