Gragera pasa de 0 a 90 en un suspiro
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Gragera pasa de 0 a 90 en un suspiro

De un año casi en blanco a jugar todo el partido en su estreno oficial con el Dépor con una actuación notable
Gragera pasa de 0 a 90 en un suspiro
Gragera, durante un lance del Granada-Dépor de la jornada 1 en Segunda | Foto: Fernando Fernández

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En el fútbol pocas veces se pasa de cero a noventa (minutos) tan rápido como lo ha hecho José Gragera en el Deportivo. El mediocentro gijonés llegó a A Coruña hace apenas unas semanas, cedido por el Espanyol con obligación de compra en caso de ascenso, y en cuestión de días se ha convertido en una pieza esencial en el engranaje de Antonio Hidalgo. Lo ha hecho con una naturalidad que sorprende incluso más si se tiene en cuenta que venía de atravesar un año casi en blanco, marcado por una lesión en un dedo del pie que lo mantuvo fuera de los terrenos de juego durante nueve meses.


El centrocampista ha pasado de estar relegado a la grada, de ver frustrada una temporada entera, a enfundarse la camiseta blanquiazul y disputar sin inmutarse los 90 minutos del estreno liguero ante el Granada en el Nuevo Los Cármenes (1-3). Sin apenas tiempo de adaptación al equipo, solamente con una progresión en la carga de minutos en los últimos amistosos de pretemporada, antes de disputar un partido completo. Antonio Hidalgo lo puso de inicio, lo mantuvo hasta el pitido final y el asturiano respondió con una actuación convincente, propia de un jugador que está preparado para liderar la medular desde el primer día.

 

Un año de calvario

Para entender la dimensión de este salto hay que remontarse al calvario que atravesó en el Espanyol. Gragera, considerado un proyecto de mediocentro de élite, llegó a ser internacional sub-21 con España y el club perico pagó casi tres millones de euros por su fichaje al Sporting de Gijón en 2023. Pero su progresión se truncó en seco por un problema en el cartílago del dedo gordo del pie izquierdo, un Hallux rigidus que le obligó a pasar por quirófano en el noviembre pasado.


De hecho, el mediocentro ya había jugado infiltrado, para paliar el dolor de un esguince de tobillo, en el tramo final de la temporada anterior, la 2023-24. Forzó para disputar el playoff de ascenso, logró el premio deportivo, pero ese sobreesfuerzo pudo ser un factor importante en el problema en el dedo gordo que sufrió meses después. Además, la operación lo dejó fuera más tiempo del previsto. No volvió a pisar el césped el pasado curso desde la jornada 10. Regresó a las convocatorias, pero el técnico Manolo González prefirió no arriesgar con un futbolista sin ritmo en un tramo decisivo.

 

 

 


“Fue un proceso largo, muy duro. Me sirvió para aprender de esta profesión. Yo, hacia el final de la temporada (2023-24), fuerzo para poder estar y ayudar. Luego, con el ascenso, uno no quiere dar un paso al lado. Intento seguir, pero siento mucho dolor y decido parar, dar un paso a un lado y operarme”, comentó el propio Gragera sobre su inactividad en su presentación con el Dépor.


Así se consumió un año perdido. Sin embargo, el Deportivo decidió apostar por rescatarlo. Y la respuesta de Gragera, tras meses de trabajo silencioso y de rehabilitación, ha sido inmediata. “Necesitaba volver a encontrarme y coger ese ritmo de competición. Poco a poco, con el staff técnico y médico hemos ido cuadrando también minutaje y carga de sesiones”, apuntó el pivote sobre su progresiva incorporación al terreno de juego en el tramo final de la pretemporada, tras su fichaje justo antes del primer test de la gira inglesa ante el Watford.

 

Un debut de jerarquía

Una temporada 2024-25 para olvidar en el plano individual se ha convertido en un inicio ilusionante de la 2025-26. Ante el Granada, Gragera aportó una salida limpia de balón, equilibrio en el centro del campo y autoridad en la dirección de sus compañeros. Su único lunar estuvo en el tanto de Martin Hongla, al que dejó girarse antes del disparo. Un error puntual que no empañó una actuación de notable alto: seguro en la conducción y en la entrega y con una fiabilidad en la base de la jugada que aportó calma a todo el equipo. 


Ese estreno fue la confirmación de lo que Hidalgo ya había visto en pretemporada. El técnico no quiso esperar ni experimentar con el asturiano. Desde que aterrizó en Inglaterra para unirse a la expedición blanquiazul lo alineó como titular en los amistosos contra Middlesbrough, Oviedo y Le Havre, dándole progresivamente más carga de minutos: 62 en el Teresa Herrera y 45 en cada uno de los dos duelos previos. Una rápida progresión porque el entrenador tenía claro que su fichaje debía ser protagonista desde el inicio.
 

En A Coruña se encontró con un contexto ideal para relanzar su carrera. El Dépor, con un Nuke Mfulu a punto de rescindir su contrato, tenía –y sigue teniendo– a José Ángel lesionado, justo en la posición de mediocentro posicional. Hidalgo reclamaba un ‘6’ puro, con rigor táctico y capacidad para sostener al equipo. El técnico fue claro en la previa del Teresa Herrera: “Era un perfil que necesitábamos. Un mediocentro con piernas, que tácticamente sea bueno y nos aporte solidez”. Dicho y hecho. Con Gragera, el Dépor ha recuperado un ancla capaz de dar sentido a la salida de balón y, al mismo tiempo, blindar la medular. 

 

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Gragera depeja el balón durante el Granada-Dépor  | Foto: Fernando Fernández


Lo más significativo en su caso es la ausencia de un periodo de adaptación. Lo normal para un futbolista que regresa de una lesión tan larga es ir acumulando minutos de manera progresiva. Con Gragera no ha existido apenas esa transición, más allá de sus minutos en los encuentros del final de la pretemporada, cuyo ritmo competitivo no se puede comparar a los de Liga. En apenas tres semanas se ha asentado como titular y nadie discute que puede convertirse en uno de los nombres fijos en los planes de Hidalgo.


“Tras casi un año de inactividad al venir de una lesión, necesitaba jugar, volver a encontrarme con esa sensación de competir. ¿Qué mejor club que el Dépor para poder encontrarme? Es un club histórico, grandísimo. Es un paso adelante para poder seguir mejorando”, afirmó el centrocampista en su presentación como blanquiazul.

 

 

 


A sus 25 años, con más de 8.000 minutos acumulados en Segunda y un bagaje de Primera que quedó interrumpido por la lesión, Gragera encara en Riazor la oportunidad de confirmar la proyección que dejó ver en Mareo y que lo llevó a ser internacional sub-21. Su fichaje está vinculado a la ambición del Dépor de regresar a la élite, con una cláusula de compra automática en caso de ascenso.


“Vengo con la intención de quedarme muchos años. Está condicionado al ascenso, pero es el objetivo que nos planteamos cuando vinimos aquí. Es lo que queremos todos”. El futuro dirá si Gragera logra ese objetivo colectivo, pero en el plano individual ya ha encontrado en A Coruña el escenario perfecto para volver a sentirse futbolista. 

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