Firmar el contrato y, sin apenas tiempo para probarse la ropa del nuevo club, entrenar, conocer un mínimo a los compañeros o encontrar piso de manera definitiva en A Coruña, a jugar. De la oficina, al césped. Y no de cualquier manera, sino con galones en el uniforme. Antonio Hidalgo no ha querido perder el tiempo en pretemporada. Y menos con José Gragera y Miguel Loureiro.
El período preparatorio del verano previo al inicio liguero es el momento en que los entrenadores pueden trabajar con más calma y probar sin riesgo diferentes maneras de enhebrar las potencialidades de sus jugadores. Pero con el mediocentro gijonés y el defensor cercedense no ha habido lugar para experimentos ni, mucho menos, dudas. Han sido los dos últimos en llegar. Pero desde su aterrizaje, el técnico les ha dado mando en plaza.
Gragera ha sido titular en los tres partidos amistosos que ha jugado. No ha dado lugar a la especulación en ese sentido el técnico. El futbolista cedido por el Espanyol no saltó al verde del Vicarage Road frente al Watford, pues apenas acumulaba unas horas con el equipo. Pero fue de la partida contra el Middlesbrough y repitió en el once del Emma Cuervo ante el Real Oviedo. En esos dos partidos jugó las primeras partes. 45 minutos más 45.
En total, una hora y media de juego en sus piernas después de nueve meses sin jugar un partido de fútbol. Una marca nada desdeñable, que refleja la confianza sin cortapisas de Hidalgo, reforzada con 62 minutos más en el Teresa Herrera.
Algo parecido sucedió con Miguel Loureiro. El fichaje del lateral coruñés fue oficializado el viernes 1 de agosto. El sábado 2, cuando no llevaba ni 48 horas integrando la expedición deportivista en Inglaterra, saltó al césped en el Riverside Stadium. En su debut ‘exprés’ disputó los últimos 20 minutos de partido contra el Boro.
Cuatro días después, ya en Galicia, Hidalgo otorgó al que ya fue su pupilo en el Huesca la titularidad frente al Oviedo. 45 y al banquillo, antes de darle prácticamente todo el Teresa Herrera. En su estreno como local en Riazor, el de Cerceda completó 82 minutos. Los mismos que Yeremay Hernández, astro sobre el que orbita el Deportivo en todas sus realidades.
La marca no solo mostró las exuberantes condiciones de Loureiro, capaz de hacer una pretemporada incompleta en Huesca, con la cabeza pensando en A Coruña, y a la vez estar más que preparado para el debut liguero. Más allá de enseñar esta evidencia, el minutaje fue una declaración de intenciones del preparador de Granollers y una muestra de la fe argumentada que le profesa al defensa que forjó su fútbol entre sus experiencias en el Deportivo, el Bergantiños y el Celta.
De este modo, tanto Miguel Loureiro como José Gragera apuntan a ser futbolistas indiscutibles en el once de Antonio Hidalgo. Al menos en estos compases iniciales de temporada en los que el técnico busca certezas. Y sabe que en Gragera y Loureiro las tiene.
“A Villares yo le quiero inculcar eso, que tiene que hablar y mandar. La llegada de Loureiro y Gragera nos ha dado eso también porque siempre digo que la palabra empuja muchísimo”, reconocía el técnico el pasado viernes. Preguntado por el paso adelante en cuestiones de iderazgo que tiene que asumir el capitán deportivista, el preparador lanzaba de paso los nombres del zaguero y el centrocampista, un síntoma más de la confianza que el club y el técnico profesan en sus dos últimos fichajes. No solo en el aspecto estrictamente técnico, táctico o físico, sino también en su capacidad como guías corales.
Precisamente esa virtud para liderar es algo que el vestuario de Riazor ha ido perdiendo en los últimos meses en cantidades industriales. Al retiro de Álex Bergantiños, un capitán similar a Diego Villares pero que se había ganado el respeto de club, compañeros y afición por su saber estar y su constancia, se le unieron las salidas de Ian Mackay, Mikel Balenziaga y Lucas Pérez. Y esta misma primavera, de Pablo Martínez y Jaime Sánchez.
Demasiados nombres elegidos por sus iguales para ejercer de representantes. Tocaba recuperar parte de ese carácter e Hidalgo ve en Loureiro y Gragera condiciones para capitanear pese a que el cercedense tiene todavía 28 años y el asturiano apenas ha superado el ecuador de la veintena.
Pero más allá de este intangible tan fundamental, el último par de altas del Dépor vienen a solucionar a Hidalgo problemas en posiciones con unos roles muy marcados y fundamentales para el funcionamiento colectivo del equipo.
Por un lado, con Miguel Loureiro, el técnico catalán cuenta con un alumno avanzado en sus estrategias. El expreparador del Huesca ha apostado en pretemporada por otorgar una evidente polifunción a ese puesto de defensor derecho. Central en línea de cinco cuando el equipo se hunde para defender o cuando salta a presionar, lateral más puro en fase ofensiva.
Los matices variarán en función del momento de partido o del rival, pero esta diversidad de exigencias podrá ser asumida, sin lugar a dudas, por un Loureiro que ya fue capaz de desempeñar ese rol en El Alcoraz.
Si al cercedense le acompaña la certidumbre ya demostrada en la categoría y especificamente a las órdenes de Antonio Hidalgo, también Gragera parece una apuesta segura que viene a cubrir una necesidad.
“Era un perfil que necesitábamos. Un mediocentro posicional, con piernas y que tácticamente sea bueno. Que nos aporte esa solidez y permita soportar todo lo que tenemos por delante. Poco a poco se va acomodando”, apuntó el entrenador sobre el pivote en la previa del Teresa Herrera.
Y es que con su llegada, el Deportivo no solo cubre un hueco vacante tras la salida de Nuke Mfulu y debilitado desde la operación de pubis de José Ángel Jurado, sino que incorpora a un futbolista más que dotado para la construcción en la base de la jugada y sobresaliente en la destrucción por sus características físicas y su interpretación táctica.
No fue casualidad que el mejor Dépor del pasado curso coincidiese con la plenitud de José Ángel. Un ‘6’ así era clave para Hidalgo. Su ‘2’ más híbrido, también.