Fue uno de los fichajes ‘estrella’ del Zaragoza para construir un equipo aspirante a la Primera. Sin embargo, en su trasvase de la cuenca del Deva a la del Ebro, Ager Aketxe perdió la munición. El bombardero de plata se ha quedado sin parte de la amenaza que le ha llevado a convertirse en referencia en la categoría en lugares tan diversos como Cádiz, Eibar o A Coruña.
Precisamente vestido de blanquiazul, en aquella infame temporada que acabó en descenso a Segunda B para un Dépor que ni siquiera pudo llorar en el campo, Aketxe se consolidó como jugador importante en el segundo escalón de la élite. Más de 3.000 minutos, siete goles y cuatro asistencias avalaron la campaña de un Ager que, con Fernando Vázquez, encontró su contexto para crecer y hacer crecer al equipo. Tanto que, a pesar de la caída a Segunda B, su zurda dejó un grato recuerdo que todavía continúa siendo tangible en Riazor.
Mediapunta por naturaleza, la evolución del fútbol hacia estructuras sin ’10’ y su propia inconsistencia a la hora de encontrar la regularidad le impidió dar el salto a Primera, donde tan solo pudo probar algunos partidos como ‘cachorro’ recién salido de la factoría de Lezama. Sin embargo, la que es una de las mejores piernas izquierdas de España sí ha encontrado momentos de enorme brillo a lo largo de su ya extensa carrera –cumplirá 32 años en diciembre–.
Un ejemplo fue ese curso en A Coruña, pero también este último en Ipurua, cuando de la mano de Mario Soriano, Stoichkov o Matheus Pereira sacó a relucir su mejor fútbol desde la posición de falso extremo derecho. Después de dos campañas de más bajos que altos, en las que apenas jugó 47 partidos entre ambas y anotó tres goles, el pasado curso se destapó: 42 partidos entre liga y playoffs, con 12 dianas y seis pases de gol.
Aketxe había recuperado esa versión que le convertía en uno de los futbolistas más desequilibrares de la Liga Hypermotion y bajo esa vitola llegó a Zaragoza. Deseado por muchos, rechazó la renovación del Eibar y otras propuestas para unirse a la histórica entidad maña, con la que aspiraba a consagrarse y ganarse el salto a la élite. Sin embargo, las cosas no le han salido. A pesar de que comenzó jugando y siendo uno de los ejes sobre los que giraba el juego ofensivo de un Zaragoza atrevido y vertical, fue perdiendo protagonismo a medida que los resultados dejaron de llegar. Comenzó entonces la intermitencia, metaforizada en sus presencias en el once. Entraba y salía. Nunca con un espacio y un rol definido en un equipo de constantes vaivenes en banquillo y césped.
Así, al penúltimo duelo del curso contra su exequipo, Ager Aketxe llega con 35 partidos jugados, pero tan solo 21 de ellos como titular y únicamente cuatro finalizados.
Así, apenas 1.700 minutos en los que sus cifras han estado lejos de lo esperado, como él mismo ha reconocido. Dos goles y tres asistencias ha logrado certificar el futbolista vasco. Un bagaje demasiado escaso para una zurda que es un cañón capaz de amenazar en juego dinámico o pelota parada casi desde cualquier punto del rectángulo de juego. Ager ha perdido el sitio y también la confianza. Y sin ambas, es un bombardero sin munición real.