Hablamos mucho en las páginas de los periódicos de los deportistas mientras están en activo. Contamos sus gestas, narramos sus medallas, sus victorias y sus derrotas. Copan nuestras portadas y llenan nuestros titulares, con sus nombres subrayados y en negrita.
La atención mediática va muchas veces a la par que sus carreras, que como sabemos en el deporte suelen comenzar para ellos a una edad muy temprana y que finalizan cuando todavía son muy jóvenes.
La pregunta es, ¿qué ocurre entonces? ¿Qué pasa cuando se apagan los focos, se acaban los fotos, los reconocimientos con los políticos y se terminan las ayudas institucionales?
Tratando de dar respuesta a eso me dispuse a realizar cada miércoles una contraportada en la que charlaba con deportistas, mujeres y hombres, que se habían retirado. Pensé que todos querrían hablar, pero mi sorpresa fue que, en algunos casos, abrí la caja de Pandora. No para todos era plato de buen gusto recordar sus años en activo. Algunos, de forma muy educada y casi pidiendo perdón por la negativa, declinaron realizar el reportaje.
Hablar de aquella época ya pasada resultaba doloroso. Muchas veces suponía abrir una herida que aún a día de hoy duele e incluso supura. Lo entendí perfectamente e incluso me sentí un poco profanadora de secretos, de recuerdos cubiertos de polvo u olvidados en algún cajón de la memoria.
Otros deportistas sí que se quisieron compartir conmigo esos años: la incertidumbre con la que se encontraron cuando dejaron la alta competición, las dudas, los miedos... Pero a pesar de todo muchos y muchas de ellos me mostraron su capacidad de resiliencia, de reinventarse. Porque, a pesar de que los focos se apaguen sobre ellos, siguen brillando con luz propia.