La España campeona de todo no era un equipo alto ni fuerte, pero es uno de los equipos que mejor ha jugado al fútbol de toda la historia. A muchos de esos genios seguro que les dijeron en algún momento de su vida que con su altura, rondando el metro setenta, no iban a llegar a nada en este mundo, pero no les echó atrás y encontraron en un modelo de juego perfecto para ellos su refugio particular.
A los Xavi, Iniesta, Villa o Cesc no les hacía falta ser altos y fuertes, porque lo que les podía faltar en esos aspectos, les sobraba de técnica y talento, con los que maravillaron al mundo durante muchos años y consiguieron levantar de manera consecutiva dos Eurocopas y un Mundial. Aquellos locos bajitos abrieron camino para muchos otros y, aunque el fútbol de hoy en día es si cabe todavía más basado en el físico que en la técnica, el primer gol del Dépor en esta temporada 2025-26 volvió a dejar claro que el talento puro siempre se acaba imponiendo.
Una jugada larga y precisa de principio a fin, en la que participaron casi los once jugadores del Dépor que estaban sobre el terreno de juego. Sí que es verdad que, hasta entonces, no estaba siendo el partido más vistoso de la historia (por parte de ninguno de los dos equipos), pero a pocos minutos para el final de la primera parte, los tres locos bajitos del Dépor (y otro loco no tan bajito) se vistieron de gala para regalarnos un gol de fútbol de salón. Luismi (1,66) se internó hacia dentro para ver la llegada de Yeremay (1,70). El canario la dejó de primeras con un taconazo sutil para Zaka (aquí viene el no tan bajito, 1,87), que desde la frontal del área se inventa un segundo taconazo consecutivo para que Mario Soriano (1,63), llegase desde segunda línea y definiera a la perfección con su pierna mala para inaugurar la cuenta deportivista en la era de Antonio Hidalgo.
Un gol que, viendo el partido en casa con unos amigos, celebré más de lo que se suele celebrar en la jornada uno. Porque para varios de nosotros significó más que un gol, significó ver de lo que son capaces esos locos bajitos que tenemos arriba y significó volver a ilusionarnos. Eso con una sola jugada, pero parece ser una sensación algo generalizada en el deportivismo, ya que, desde que entró el balón, no he dejado de ver a gente hablando en redes sociales de esa obra de arte en forma de gol.