Germán Parreño, el oportunista
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Germán Parreño, el oportunista

Germán Parreño, el oportunista
Germán Parreño, en el Granada - Deportivo | Fernando Fernández

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En la vida, hay que estar preparado para coger los trenes que a uno le pasan por delante de los ojos. La frecuencia horaria de este transporte hacia el progreso es tan absolutamente impredecible que lo más recomendable es no dudar. Agarrar el primer vagón que se frene y cerrar la puerta sin mirar atrás. 
Sobre esa incertidumbre constante pueden hablar largo y tendido los porteros de fútbol. Porque pocos puestos de trabajo exigen mayor fusión de constancia, paciencia, inconformismo y mesura. Uno juega. El resto, esperan. Y a saber hasta cuando.


No se libra de estos preceptos Germán Parreño. El cancerbero ilicitano, a sus 32 años, tuvo que vivir de nuevo el pasado curso la cara amarga que el balompié le otorga al portero suplente. Ese segundo más segundo imposible, alejado siempre de los focos y la gloria. Sin embargo, el pasado sábado en Granada, Parreño volvió a cerrar la puerta de un vagón que se había detenido ante él casi por sorpresa el pasado agosto, impulsado por un motor de nombre Fortaleza que se llevó a su competencia de vuelta a Brasil. De verse de nuevo abocado a las migajas, a arrancar brillando para consolidar la solidez de un Deportivo tan serio como chispeante.

 

Germán las ha visto de todos los colores a lo largo de una carrera que ya se puede calificar como extensa. Llegó a debutar en Primera con el Espanyol, club en el que terminó de formarse. Pero ni en Santander, ni en Girona, ni en ‘su’ Elche logró consolidarse en Segunda División. Ni siquiera había cumplido los 24 y, con futuro por delante, decidió dar un paso atrás para tratar de coger impulso y luego concretar dos hacia delante. 

 

Lo logró en Murcia, con el UCAM, que le abrió las puertas al prometedor proyecto de la Unión Deportiva Ibiza, con la que ascendió a Segunda a la segunda, después de que Fernando Soriano y Juan Carlos Carcedo le otorgasen el claro rol de primer portero dejándole sin la competencia del brasileño Lucas Anacker.

 

No le pesó el salto de categoría a Parreño, que en el primer curso del cuadro balear en Segunda (2021-22) volvió a ser indiscutible en la meta. No así al curso siguiente, cuando ya sin Soriano en el club, llegó Daniel Fuzato, indiscutible para los cuatro titulares del inestable banquillo del Ibiza, en la que fue su segunda y última campaña en el fútbol profesional.

 

Otra vez Soriano

El equipo descendía. Y Parreño, con él. Pero, de nuevo, para dar un paso adelante. Tras jugar solo cinco encuentros en esa mala temporada en Segunda, Soriano volvió a marcar su teléfono para llevárselo con él a Riazor para defender al Deportivo
 

El guardameta de la Comunitat Valenciana fue el segundo fichaje del director de fútbol maño a su llegada a la ciudad herculina. Así de claro lo tenía Soriano, que quería elevar la competencia en una portería dominada por un Ian Mackay que comenzó por detrás por la sanción que arrastraba del pasado curso. Y aunque el coruñés recuperó puntualmente la titularidad, su condición caducó a los cinco encuentros. 
 

Fue el paso previo a la salida del capitán, que terminó de consolidar a Parreño como una de las certezas sobre las que cimentar la remontada clasificatoria. El ascenso llegó finalmente ante el Barça Atlètic, con el ilicitano bajando de los cielos con una fractura en el radio un último balón clave.
 

Germán había conseguido regresar al punto de partida. Pero al poco de arrancar de nuevo la temporada, le volvió  llegar competencia en forma de portero brasileño. Como Fuzato en su día, Helton Leite apareció para arrebatarle el ‘1’ después de dos primeras jornadas en las que los cero puntos recolectados ayudaron a Idiakez a tomar la decisión del relevo en la portería. 
 

El gigante de Belo Horizonte agarró la meta y ya no la soltó hasta que, con el equipo ya salvado, Óscar Gilsanz decidió ‘higienizar’ el vestuario y repartir oportunidades entre los menos habituales. Parreño tuvo el premio de los tres partidos finales en los que, sin ritmo, ofreció alguna luz, pero también varias sombras.
 

De la noche a la mañana puede pasar cualquier cosa. Yo al final me centro en mi trabajo y como sé que lo que yo controlo lo domino y estoy encima de ello... lo que tenga que venir, vendrá. Tengo contrato en vigor, estoy muy a gusto y mi familia también. Tengo ganas de seguir, de demostrar en la parcela que toque. Me toca seguir trabajando y el futuro no lo sabemos”, explicaba Germán el 21 de mayo, después de volver oficialmente al verde casi siete meses después. 

 


 El valenciano, que previamente a esas palabras reconocía el trabajo psicológico que había tenido que hacer, dio en el clavo. Porque lo inesperado sucedió. Cuando parecía que el Deportivo recuperaba estabilidad total en la portería, Helton decidió aceptar la suculenta propuesta del fútbol brasileño no solo por la oportunidad de regresar a la élite futbolística de su país a los 35 años, sino para jugar la Libertadores. 
 

A falta de diez días para el debut liguero, el Dépor perdía oficialmente a su portero titular. A su gran certeza bajo palos en Segunda. Y aunque Daniel Bachmann llegó a tiempo para aportar más número y nivel a la meta, era evidente que quien partía por delante era un Germán Parreño que acumuló amplio rodaje en verano y conoce más al equipo.

 

Salvador

Así, llegó el debut en el Nuevo Los Cármenes e Hidalgo confirmó su apuesta racional por Parreño a pesar de las credenciales con las que llegaba Bachmann. Y el portero de Elche respondió con una actuación solvente y abrillantada por su intervención a los siete minutos de juego, cuando arregló la falta de entendimiento y contundencia de Loureiro y Barcia con una buena mano abajo para evitar el gol de Rodelas.
 

En un ataque en el que Loic Williams tuvo tiempo y espacio para otear el horizonte, el extremo izquierdo del Granada corrió al espacio y se aprovechó de la ‘prolongación’ sin tocar el balón de Weissmann, con la que el esférico superó la posición de los dos defensas blanquiazules. Algo presionado por Comas, el granadino definió el mano a mano desde la semiluna, pero Parreño estuvo rápido para caer al suelo y rechazar el chut, antes de que su compañero catalán ganase el balón dividido y el portero pudiese solventar definitivamente el peligro. Era muy pronto, pero el 1-0 podría haber cambiado de manera radical el guion.
 

Más allá de esa buena intervención, Parreño tuvo un partido relativamente plácido bajo palos. Su equipo impidió que el Granada generase más situaciones de verdadero peligro. Y poco pudo hacer en el gol de Hongla. El camerunés aprovechó una excesiva laxitud colectiva y un exceso de ímpetu de Gragera para hacerse sitio en el balcón del área e inventarse un misil que, aunque no fue muy esquinado, entró con violencia tras comprobar la estabilidad del larguero.
 

Si con las manos Parreño estuvo cómo y cuándo debía estar, su juego de pies también adquirió protagonismo a la hora de sacar el balón desde atrás. Parreño intentó 40 pases y más de la mitad de ellos (21) fueron en largo. El cancerbero deportivista buscó casi de manera constante la fórmula de conectar con sus compañeros más ofensivos para librar la presión del Granada, algo que provocó que se quedase en un 68% de precisión. Un porcentaje que no refleja sus tomas de decisión el día en el que Germán fue oportunista. No solo por estar en el sitio adecuado, sino por estar preparado para aprovechar la coyuntura y ganarse la continuidad.  

Germán Parreño, el oportunista

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