El pasado domingo Riazor volvió a asistir a una lección de impotencia a cargo de un equipo poseedor del balón que tuvo que conformarse con el empate sin goles debido a su falta de pegada.
Los fantasmas de la temporada 2024-25, en la que el Deportivo fue uno de los peores locales de Segunda, se avivaron frente a un Burgos bien pertrechado en su bloque bajo defensivo, un sistema que maniató a la escuadra entrenada por Antonio Hidalgo.
Aunque el míster deportivista introdujo cambios en el segundo acto para tratar de cambiar la decoración de un partido encaminado a la opacidad del cerocerismo, lo cierto es que el cuadro local apenas pudo certificar dos ocasiones de gol nítidas en 90 minutos, por medio de Yeremay y Eddahchouri —ambas acaecidas en el primer cuarto de hora de la contienda—.
La apuesta ultraconservadora de Luis Miguel Ramis en Riazor le proporcionó un punto valioso al Burgos y a buen seguro que esta será un espejo para la práctica mayoría de los visitantes del coliseo herculino en el presente ejercicio liguero.
Para contrarrestar este tipo de planteamientos el conjunto deportivista precisa una sobredosis de paciencia, control de emociones y confianza en sí mismo, además de la figura de un ‘9’ diferente que pueda cambiar el rumbo de los partidos con su instinto de gol.
Bouldini no tuvo su día el pasado domingo, tal vez porque actuó demasiado lejos de su área de influencia primordial, el área rival. El italiano Samuele Mulattieri también ha llegado para paliar esta deficiencia.
Siguiendo los pasos de especialistas en abrir la lata en el pasado reciente, en ocasiones partiendo desde el banquillo, como Chuchi Hidalgo, Stoja, Uralde o Pandiani, el Deportivo necesita recuperar la figura del desatascador para maximizar sus aspiraciones.