Ni después del 1-3 con el que el Dépor estrenó la temporada 2025-26 en Granada estaba conseguido el ascenso a Primera División, ni tras el 0-0 frente al Burgos en Riazor se ha dicho adiós al objetivo de pelear por el regreso a la élite. Me llama la atención cómo en apenas una semana ha cambiado el prisma desde el que se miran las posibilidades del proyecto de Antonio Hidalgo. Pero creo que va en nuestra naturaleza pasar de la euforia al pesimismo de un plumazo. Sí, el papel de los deportivistas en su primer duelo del curso en casa fue bastante gris, discutible, nos dejó con la sensación —y el temor— de revivir lo de la pasada temporada, cuando Riazor se le atragantó al equipo y lastró cualquier posibilidad de soñar con un objetivo mayor que la salvación.

Esperar que el tránsito de este curso por una competición que siempre se hace muy complicada y larguísima fuera un camino de rosas por el mero hecho de golear en el Nuevo Los Cármenes era una ilusión sin sentido. Tampoco, pensar que no pasar del empate sin goles y prácticamente no ofrecer argumentos ofensivos ante el Burgos en la segunda jornada es el final del camino. El inicio de Liga es casi como una prolongación de la pretemporada. Ocho jugadores nuevos han llegado este verano, el entrenador también se estrena al frente del Dépor, una filosofía renovada, diferente a la que practicaba el cuadro coruñés durante la campaña 2024-25. Además, es posible que aún reste algún refuerzo más antes del cierre de mercado. Ese 0-0 del pasado domingo confirmó a Fernando Soriano que falta apuntalar la plantilla.

De todas formas, es demasiado pronto para juzgar el rendimiento de cualquiera. Tanto de Valladolid, Racing y Sporting, que han hecho pleno de triunfos, como de las siete escuadras que cierran la tabla con sendas derrotas. Cuando los equipos carburen, se asienten y asimilen un estilo propio, veremos de qué es capaz cada quien.