Hace exactamente una semana me emocioné con el retorno del Sunderland a la Premier League. Las imágenes de un Stadium of Light lleno hasta la bandera y con una afición completamente desmelenada me pusieron los pelos como escarpias.
Obviamente me resultó imposible no rememorar los evidentes paralelismos entre los ‘Black Cats’ y el Deportivo; clubes históricos y laureados, en ciudades donde el fútbol se respeta como una auténtica religión y auténticos estandartes de dos urbes en las que los denominados clubes grandes apenas gozan de un protagonismo residual.
Después de una pesadilla de ocho temporadas en el segundo y tercer escalón de la competición inglesa el Sunderland regresó a la élite de la Premier. El West Ham United fue la primera víctima de una comunión equipo-grada que rezumaba energía positiva. Sin practicar un fútbol vistoso pero sí ordenado y muy físico los de Régis Le Bris lograron imponerse por 3-0, un resultado que maquilló las lógicas carencias técnicas con una sobredosis de euforia colectiva.
Casi 2.500 kilómetros al suroeste del condado de Tyne y Wear, A Coruña se empeña en seguir los pasos de un club que se hizo internacionalmente más famoso si cabe por la producción televisiva ‘Sunderland ‘til I die’ (Sunderland hasta la muerte), una serie que refleja la realidad de un club de enorme tradición pero inmerso en una crisis fagotizante.
Después de haber abandonado el barro de cuatro temporadas infames en Segunda B y Primera RFEF, el cuadro herculino continúa desbordado por el empuje de su gente. Hasta el punto de que el estadio de Riazor vuelve a quedarse pequeño debido a la masa de abonados que lo respaldan cada dos fines de semana. El Sunderland consiguió regresar a la cima ocho años después de su primera caída; al Deportivo le tocaría este año repetir la historia. Ojalá. Dépor ‘til I die.