No quiero fines de semana libres. Es una afirmación un poco atrevida a golpe de lunes, cuando quien más y quien menos profiere un sonoro bostezo. Porque los excesos de sábado y domingo se manifiestan en los párpados caídos y los ojos legañosos.
La mayoría suspiran al acabar el fin de semana e imploran que los días laborales pasen raudos y veloces. Para los que nos dedicamos al periodismo deportivo, y en mi caso sobre todo al fútbol, sábado y domingo son dos días que pueden calificarse de muchas maneras, menos tranquilos.
En esas jornadas, en ocasiones maratonianas, toda la actualidad que se ha ido cocinando durante la semana se concentra en esos 90 minutos de encuentro. Hay mucho que contar, desde las horas previas, pasando por el tiempo de juego, como las posteriores declaraciones post partido, los análisis... Horas frenéticas, en las que el límite de cierre de la edición en papel amenaza con caer sobre nuestros costados como un látigo. Por fortuna, siempre llegamos a tiempo, aunque en ocasiones sea con la lengua de fuera.
Mientras muchos otros aprovechan para salir de fiesta, para escapadas, tiempo de asueto... Todo lo contrario del trajín que se cuece en las redacciones y en los estadios de fútbol. Una suerte de histeria de la que sí, me reconozco adicta. Esa adrenalina de tener que terminar en tiempo y forma las informaciones, de teclear a ritmo frenético cuando los minutos apremian y como telón de fondo ese ambiente increíble que cada 15 días vamos a volver a vivir de nuevo en Riazor.
Porque el fin de semana que viene arranca una nueva temporada y otros 42 fines de semana ocupados dentro de mi calendario. Servidora, encantada. ¡Por fin es viernes! Exclaman muchos trabajadores y trabajadoras cuando llega el fin de semana y se deleitan con la perspectiva de disfrutar del sábado y domingo, libres de preocupaciones laborales y de la tiranía del despertador.
Por mi parte, celebro también la llegada del viernes, aunque sea el preludio de la vorágine que me aguarda. Una suerte de locura colectiva para todos los que vivimos con pasión lo que hacemos y que hemos encontrado en el juntar letras un placer y un medio para contar historias. Aunque sea sin fines de semana libres.