OPINIÓN | El fútbol y la nostalgia
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OPINIÓN | El fútbol y la nostalgia

OPINIÓN | El fútbol y la nostalgia
Donato ante las estatuas que reflejan su gol hace 25 años | PEDRO PUIG

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La profesión periodística a veces concede momentos únicos que hay que beberse de penalty. Eso hice una plácida noche de verano ante la ría de Vigo cuando la vida me puso ante un arroz con pulpo, una botella de godello y un pequeño grupo de futboleros. Entre ellos estaba Jorge Valdano, un tipo que no solo tiene cosas que contar sino que además las sabe contar. Así que aproveché para saciar toda mi sed de conocimiento sobre el Mundial de 1986. En un determinado momento hablamos de emociones. “Gané el Mundial y no fui capaz de llorar de emoción en aquel momento”, confesó antes de continuar: “Pero años después escuché la grabación del gol que marqué en aquella final… Y ahí sí que me quebré”. 

 

Las emociones no se eligen sino que te asaltan. Esta semana vi ojos vidriosos en el recuerdo de lo ocurrido hace 25 años en A Coruña, una nueva constatación de que el fútbol es, de largo, lo más importante entre las cosas menos importantes de la vida, un potentísimo generador de sentimientos. Veo a Guardiola con lágrimas en el adiós de Kevin de Bruyne al Manchester City, observo la emoción de los irredentos seguidores del Crystal Palace ante el primer título que gana su equipo y recuerdo ese indescriptible sentimiento de dejar atrás los sinsabores y sentirte ganador al menos una vez en la vida. Atiendo, en fin, al rictus de la gente en Goodison Park, el campo del Everton que echa el cierre tras albergar partidos desde 1892, y comprendo la resistencia de la gente a abandonar la grada y el motivo por el que cuando todo se acabó allí seguían hombres, mujeres, viejos y críos con la mirada perdida mientras trataban de paladear el último sorbo en un espacio que sienten como propio, tan apegado a sus recuerdos.

 

La nostalgia es el potenciador perfecto del sentimiento en el fútbol. No hay futbolero que no mire hacia atrás. Puedo entender y hasta emocionarme con la sublimación de afectividad y pasión de otros equipos. Puedo acercarme a esa comprensión porque conozco la que me genera mi equipo. Y si dominara siquiera los rudimentos del márketing y tuviese unas elevadas dosis de superchería hasta podría jugar a manejarlos. Leo y escucho críticas al Deportivo por su tibieza en la celebración de los fastos del 25 aniversario del título de Liga, pero por mi parte no tengo nada en absoluto que reprochar. Siempre es mejor la inhibición que la impostura.

 

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