Miguel Fernández Vasco: "Estas medallas valen todos los esfuerzos"
lll
17º-23º

Miguel Fernández Vasco: "Estas medallas valen todos los esfuerzos"

Miguel Fernández Vasco: "Estas medallas valen todos los esfuerzos"
Miguel Fernández Vasco, en la redacción de Dxt campeón con el bronce en el Mundial 2023 y el oro del Europeo 2022 | Patricia G. Fraga

Usuario

Miguel Fernández Vasco (A Coruña, 6 de septiembre de 1984) es un campeón casi anónimo. Un héroe de la vela, deporte en el que se inició en 1991, en el seno del Náutico herculino, apenas conocido en su propia casa, una ciudad de mar, que, como el propio regatista admite "vive de espaldas al mar".


Tiene tantas Copas de España que no las recuerda de memoria ("creo que son once"). Un póker de títulos nacionales (2010, 2011, 2020 y 2021) y, las joyas de la corona: oro en el Europeo 2022 y bronce en el Mundial 2023. En una clase, Finn, olímpica desde Helsinki 1952 hasta... Tokio 2020. Las nuevas tendencias en la vela le han dejado sin la posibilidad de participar en unos JJOO.

 

¿Tienes pensado cambiar de clase?
Los que pesamos más de 85 kilos nos hemos quedado sin opciones olímpicas. Yo ya voy un poco tarde con 38 años, pero a los que vienen por detrás los han machacado. A las nuevas generaciones, que vienen grandes y fuertes, el panorama se les ha complicado. Ni siquiera podemos navegar en embarcaciones colectivas, no encajamos en ningún barco. Decisiones que toma la federación internacional... 
Joan Cardona (bronce olímpico en Finn en Tokio 2021) salió de Tokio creo que el 10 de agosto, el 10 de octubre había perdido 10 kilos y no llega para pasarse a ILCA. El medallista de oro, James Scott, mide dos metros, pesa 92 kilos y su porcentaje de grasa es muy bajo, entonces está 'vendido' igual.

 

¿En base a qué se quitan y ponen clases olímpicas?
Todo política. Por ejemplo, el Finn y el 470 eran las dos únicas clases en las que podías construirte tu barco. El resto de las clases, Ilca, Nacra, las tablas..., todas son monomarca. Entonces, si los astilleros hacen un lobby de presión y consiguen entrar ahí...
Varias de las clases nuevas son todas con foil (esa especie de ala vertical que hace que la embarcación no toque el agua)... Yo me compraría un barco así, para aprender a volar, porque ahora todo va por ahí. Aunque en la Copa América (primera competición importante que implementó los foils) la audiencia ha bajado. Los puristas, a los que les gustaban las regatas lentas, de estrategia... El Team New Zealand cambió los winches de manuales a pedales y fichó a dos ciclistas. Uno de ellos, un neozelandés campeón olímpico, cuando llegaba a la base y le preguntaban a qué iba, decía que a darles clases de ciclismo a los tripulantes, cuando era él el que iba a aprender a navegar.

 

Los que pesamos más de 85 kilos nos hemos quedado sin opciones olímpicas

 

¿Se puede decir entonces que has llegado a la élite mundial tarde, justo cuando el Finn deja de ser olímpico?
Sí, sí. Cuando estaba intentando dar el apurón para Río 2016, nació mi hijo, Miguel, y ahí paré un poco. Empezó a crecer, cambié de trabajo..., y desde entonces tengo más tiempo. Cunado fue para terminar Tokio, me dije "le voy a meter un arreón ahora, de deslomarme, y a ver si llego para el Mundial". Quedé sexto en el Mundial del año pasado y gané el Europeo. El nivel de los regatistas era el mismo, pero algunos habían dejado de entrenar después de Tokio. Cuando la clase es olímpica la gente se dedica en cuerpo y alma.

 

Con cuatro títulos de campeón de España extraña que no hayas sido olímpico.
No entiendo muy bien el tema de las plazas para los Juegos. En Sydney 2000, cuando apareció aquel nadador (el tristemente famoso Eric Moussambani), algunos se dijeron "esto es un cachondeo, hay que poner unos mínimos". El problema es que en la vela han restringido a una plaza por país en cada clase. Se daban 23 plazas. Las ocho primeras, en un Mundial dos años antes de los Juegos. Las ocho siguientes, en el siguiente Mundial, y el resto quedaban para los continentes. Por Venezuela fue un regatista que aquí nunca me ha ganado, pero cuando tuve que pelear la plaza con Alemania, Italia..., se me hizo muy cuesta arriba y no lo conseguí. Cardona fue segundo, en el último suspiro, en el Mundial y consiguió la plaza. Entrar en Finn era muy díficil. De hecho, en Río 2016 no lo consiguió ningún español por primera vez en unos Juegos.

 

¿Vas a seguir en Finn?
Sí. Mi barco está volviendo de Miami (sede del reciente Mundial), llegará a mediados de marzo. Mi idea es hacer la Copa de España, que es en mayo, y el Campeonato de España, en Murcia el último fin de semana de octubre. Pero quiero centrarme mucho en el Mundial de J80 de Baiona (18 al 24 de septiembre). Iré con una tripulación de chicos y chicas jóvenes de la Escuela (el máximo es seis y 350 kilos) y con barco del club, y el objetivo es pelear por todo. Con el cuchillo en los dientes (risas).

 

¿Cambia mucho navegar solo a hacerlo acompañado y dirigiendo el cotarro?
Sí. Organizar todo el tema de la logística del barco y el trabajo. Ahora, con la actividades extraescolares de Miguel y sus entrenamientos de vela, que está empezando, yo me iba a navegar; si no venía nadie conmigo, me iba solo. Pero necesito juntarlos a todos. Y además paso de un barco con una sola vela a uno con tres velas y reglajes completamente distintos.

 

Volvemos al Finn. ¿Cuántas horas le dedicas a la semana?
Descansaba los lunes y los martes, y de viernes a domingo, en función del parte de viento, me organizaba para navegar y hacer trabajo físico, sobre todo bici y remo ergómetro. Bici de montaña; el traumatólogo me dijo que si corría, con 100 kilos que peso, me quedaría sin rodillas. Y con las vistas que hay desde el gimnasio del Náutico, allí remo muy motivado. 
El Finn se convirtió en muy atlético cuando, en 2007 y y para hacerlo más espectacular, dejaron de controlar las veces que tiras de la vela. Con menos de 10 nudos, la regla dice que no se puede bombear, como en windsurfing; con más de 10 nudos suben una bandera, y a partir de ahí vale todo para avanzar. De ir sentados pasamos a ir de pie y pasamos de 120 a 170 pulsaciones. En la segunda ceñida vas reventado porque vienes de 15 minutos de hacer un gran esfuerzo.

 

Más allá del Finn y el J80, ¿tienes algo sueño, objetivo, reto?
Un poco ya lo cumplí, que fue subirme en los Volvo para hacer la Vuelta a Europa. Ahora, con el trabajo no puedo coger e irme un año a navegar.

 

Miguel desempeña su labor en una empresa, fundada por su padre en 1991, que desarrolla software para administraciones públicas. "Intento realizar las visitas comerciales en la península coincidiendo con regatas. Llego unos días antes, trabajo, y luego navego el fin de semana", aclara.

 

¿Se puede vivir de la vela?
Sí. Lo hace mucha gente. Yo decidí salirme porque no estaba dispuesto a pasar por algunos aros. Todos los años recibo muchas llamadas de gente que me contacta para que navegue con ellos, pero al final el tiempo no te da para todo. Prefiero ir a lo mío. Miami me ha costado un dineral, que he pagado de mi bolsillo, y estoy más orgulloso de haberlo conseguido pese al coste que de haber ido de tripulante de fulanito, con un cheque y no conseguir nada.

 

El Mundial de Miami me ha costado un dineral que he pagado de mi bolsillo

 

¿Se mueve dinero a nivel nacional?
Sí. Cayó un poco desde la crisis de 2008. Ya no hay proyectos tan gordos como el Caixa Galicia. Las bicocas esas ya no vuelven.

 

La visión popular de la vela tiende a conceptuarla como un deporte elitista. ¿Has tenido que luchar contra eso?
Muchas veces con mis compañeros de clase. "Vas ahí sentado, tirando de unas cuerdas", me decían. Y no, yo me dejo la piel en el barco. Pero es cierto que es normal que la gente lo piense. Desde dentro hay mucho postureo. Chuny (Bermúdez de Castro) tiene una frase: "A navegar y dejarse de hostias". De hecho la ponen, suavizada (risas), en los trofeos del Memorial Aurelio Fernández.

 

"En la Vuelta a Europa, cuando entramos por el estrecho, nos comimos 40 nudos de viento de proa. Una ola metió la proa completamente en el agua y al italiano que iba en la proa del Viva México se le disparó el chaleco automático y saltaron todas las alarmas porque los otros barcos creían que se había caído un tripulante al agua. Las pasamos canutas. El que diga que esto es fácil, que venga y me lo explique", cuenta Miguel como apoyo.

 

¿Fue tu peor momento en un barco?
De viento y golpes del barco, no me topé con ninguno igual. Vamos 10 a bordo. Cinco descansan y cinco curran durante cuatro horas. Si ese momento de ceñida te toca en la cama, no hay quien duerma. Notas cómo saltan tus vísceras. Las camas de los barcos llevan cinturones de seguridad y tienes que dormir abrochado.

 

¿Has llegado a plantearte en algún reto en solitario?
En la Mini Transat, que es en solitario desde Francia hasta el Caribe, pero en casa me dijeron que me desheredaban (risas).

 

En el Mundial de Miami, ¿ibas con la idea de subir al podio?
Sí, claro. No me habría metido en ese jardín, en lo que me cuesta mandar el barco y demás, si no me hubiese preparado para conseguirlo.

 

¿En cuánto te sale participar en un campeonato?
El Europeo del año pasado, que fue en Italia, en unos 2.000 euros; el Mundial de Miami, entre 4.000 y 5.000. Hay un chico de Valencia que se dedica a la logística. Yo le doy el barco, pago, me lo lleva por toda Europa y al acabar me lo devuelve. Lleva nueve barcos, entonces repartimos el gasto entre nueve. Y yo voy en avión.
En otros tiempos, competíamos por España adelante. Cantidad de veces competimos en el Mediterráneo, terminar la regata a las siete de la tarde y cruzar España por la noche. Ahora lo pienso y digo "ni de coña". Eran machadas sin sentido.

 

Voy a centrarme mucho en el Mundial de J80 de Baiona, en septiembre

 

¿Europeos y Mundiales tienen dotación económica?
No. Me llegó ahora a una ayuda de la Xunta, de la Fundación Deporte Galego, por el Campeonato de España de 2021, que me ayudó a pagar en parte Miami. El Ayuntamiento de Cambre, donde estoy empadronado, tiene bolsas a deportistas, que también ayuda.

 

"Sofía Toro, su hermano Jano (actual técnico del equipo olímpico femenino de ILCA, curiosamente la clase que sustituye al Finn) y yo estudiamos en el mismo colegio de Cambre", apunta a modo de curiosidad Miguel, que fue director deportivo de O Puntal y del Náutico. "Pero entraron unos directivos que..., por ahí no paso", dispara a modo de crítica.

 

¿Valen las medallas todos esos esfuerzos?
Sin duda. No las cambiaría por nada.

 

De cara al Mundial de Finn 2024, ¿esperas dar un salto?
Es en mayo del año que viene. Voy a descansar del Finn por lo menos hasta octubre, para meterme a tope con el J80, y después del Campeonato de España empezaré a preparar el Mundial.

 

El hecho de que ya no sea olímpico, ¿hará que la competencia sea menos feroz?
No. Va haber más gente que en Miami. En 2022 fuimos 120, este año, 60, y el año que viene, que es en Anzio (Italia), toda Europa va a estar allí. En 2016 fueron 420 barcos, y como te quedes un poquito descolgado en la salida, ya no remontas.

 

Mucha gente sigue pensando que la vela es un deporte de pijos. Y no

 

¿Marca mucho la diferencia el material?
Mucho. Yo tuve la suerte de conseguir el barco que tengo desde 2015. Me hicieron ofertas por él, pero no lo vendo porque sé que no voy a conseguir otro igual. Hay evoluciones constantes, pero a veces lo nuevo no funciona mejor que lo viejo. (El británico) Ben Ainsley ganó los Juegos de 2004, 2008 y 2012 con el mismo barco. (Rafa) Trujillo quedó segundo en 2000, en 2008 llevó otro barco, pero para 2012 volvió a coger el de 2000. En Londres 2012 hubo muchos barcos de 2004 porque los nuevos barcos no eran tan rápidos. Tengo la suerte de que mi barco (Belita, que era como llamaban a la abuela de Miguel; una preciosa casualidad) es super blando, y como soy bajo, lo necesito. Y si no lleva golpes, el barco es eterno.

 

¿Es válida la frase "A Coruña es una ciudad de mar pero que vive de espaldas al mar"?
Totalmente. Hemos tenido mucha suerte con Mónica Martínez (exconcejala de Deportes), porque sacó el programa 'O Atlántico parte de ti', y se ha metido mucho en la vela, un deporte que la gente sigue pensando que es de pijos. Y no. Este invierno estaba entrenado yo solo, con un frío del demonio, el gorro calado, colgándome... Y me dije: "¿Cómo le va a gustar eso a mi hijo? Esto no le puede gustar a nadie, es un tremendo sufrimiento". En el equipo de fútbol donde juega mi hijo pagamos unos 300 euros al año.

Miguel Fernández Vasco: "Estas medallas valen todos los esfuerzos"

Te puede interesar