Dani Giménez ha repasado su carrera en el pódcast 'No hay pelotas' y, como no podía ser de otra forma, ha dedicado una parte fundamental de la charla a su etapa en el Deportivo. El portero vigués, que defendió la portería blanquiazul entre 2018 y 2020, no escondió la dureza emocional y física de aquellos años. Tampoco el cariño que siente por el club, al que llegó tras rechazar una oferta de un equipo de Primera División.
“Me ofrecían la titularidad en Primera, pero cuando me llamó el Dépor lo tuve claro. Era volver a casa, con un buen contrato y con alguien como Carmelo, que ya me había querido antes. Aunque soy de Vigo, yo quería jugar en el Dépor”, confesó.
Su primera temporada en A Coruña fue notable en lo individual, aunque acabó con el trauma del ascenso frustrado. “Fue un año bonito salvo por el final. Gané el premio al mejor jugador del año, pero no conseguir el ascenso fue un palo para toda la ciudad. Me siento coruñés, siento que estoy con mi gente y por eso quiero vivir allí”, aseguró.
La segunda temporada fue muy distinta. “Empecé lesionado, forzando con una pubalgia que no me dejaba ni dormir. Había muchos jugadores nuevos, menos nivel, y el equipo no estaba hecho para lo que pedía Anquela. No dimos con la tecla. Yo no podía ni sacar de puerta”, relata. Giménez jugó semanas enteras sin apenas entrenar, sedado, sin poder golpear el balón con normalidad. “Pedí parar porque entrenaba como un espantapájaros, pero me tocaba tirar del carro. Era el veterano”.
El portero describe aquel año como un calvario, solo aliviado por la llegada de Fernando Vázquez. “Fernando era la única persona que podía levantar eso. Tiene ese aura, nos devolvió el alma. Con él volvimos a ganar y salimos del descenso. Pero llegó la pandemia y nos mató. Me rompí el cuádriceps y me dijeron que no podía jugar más. Aun así, forcé. Prefería dejarlo todo en el campo que ver cómo el Dépor bajaba”.
Aquel final de temporada fue traumático. Sin público en Riazor y con el polémico aplazamiento del partido ante el Fuenlabrada, el Deportivo descendió. Dani lo jugó prácticamente lesionado: “Me sedaban para aguantar los partidos. Después me ofrecieron renovar con buenas condiciones, pero yo quería dos años. Sentía que lo merecía, por haber jugado roto, por haberme dejado todo. Me dijeron que no era posible y eso me dolió. Sentí que no me valoraban”.
Confiesa que rechazó seguir por orgullo: “Fernando Vázquez me dio un abrazo y me dijo: ‘así que nos dejas’. Me rompió el corazón y me fui al vestuario a llorar. Al día siguiente me volvieron a llamar para negociar, pero ya no quise. Que tonto fui, pero al menos me marché con la conciencia tranquila. La gente me mostró mucho cariño siempre”.
Dani Giménez sigue muy vinculado emocionalmente al club y no esconde su ilusión por volver algún día: “Veo todos los partidos del Dépor. Me encantaría que apostasen por gente de la casa como ha hecho el Celta con Giráldez. Ojalá me vaya bien y pueda volver como entrenador. Sería un sueño”.
También tuvo palabras para los técnicos que marcaron su etapa: “Con Natxo González jugábamos muy bien, aprendí mucho con él. Pep Martí gestionaba muy bien el vestuario. Pero no subir fue un golpe. En ese partido final fuimos muchos tocados intentando hacer la heroica”.
Como anécdota, recordó una conversación con el doctor Lariño: “Me dijo que solo conocía a dos personas capaces de la locura de jugar así: Lopo y yo”.