Fabri Ciocale y Tato Ferruccio, dos amigos argentinos en el Liceo y con un mismo destino
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Fabri Ciocale y Tato Ferruccio, dos amigos argentinos en el Liceo y con un mismo destino

Ciocale y Ferruccio unen fuerzas para conquistar la OK Liga antes de abandonar el Liceo en verano
Fabri Ciocale y Tato Ferruccio, dos amigos argentinos en el Liceo y con un mismo destino
Tato y Fabri , con el chándal del Liceo en la grada del Palacio de Riazor | Carlota Blanco

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Tato llega a la cita con una piruleta en la mano. Con la otra saca el móvil y graba las primeras declaraciones de Fabri. Sonríen con naturalidad y bromean para la foto. Se notan la complicidad y una amistad verdadera, forjada desde que tenían ocho años, como rivales en la pista y colegas frente a un asado o en una fiesta, pese a los 1.200 kilómetros que les separaban. Fabrizio Ciocale (Buenos Aires, 1998) y Franco Ferruccio (San Juan, 1997), los dos argentinos del Liceo, soñaban desde pequeños que algún día compartirían equipo como profesionales y levantarían juntos un gran trofeo. Su última oportunidad son los playoffs de la OK Liga que empiezan el sábado contra el Lleida (18.30 horas en Riazor). En verano dejarán A Coruña. Dos amigos y un mismo destino.


“Nos conocemos desde que somos chicos, siempre habíamos jugado en contra y siempre tuvimos esa ilusión de jugar juntos. Sería hermoso consagrar con un título profesional una amistad de tantos años”, anhela Tato Ferruccio. “Ganar títulos acá es muy complicado”, le advierte Fabri, que ya conquistó dos trofeos de verde y blanco: la Supercopa de España en 2019 y la Copa del Rey en 2021.


En los campeonatos argentinos de categorías inferiores el que más copas levantó fue Ferruccio. “De chiquitito ya tiraba esa magia, era un jugador distinto, un iluminado. Estaba en un club con mucha garra y que casi siempre salía campeón. A mí me tocaba jugar desde más abajo, en una zona que no jugábamos por ganar. Nos tocaba hacer 1.600 kilómetros de Buenos Aires a San Juan en colectivo, parando en todos lados. 20 horas de viaje y a jugar, pero éramos chicos”, asume Ciocale. “Fabri era el más destacado de su equipo, tenía la bocha más en el aire que en el piso”, le reconoce su compañero.

 

 

Asados y fiestas

Ambos guardan más memorias de su vínculo fuera de la pista. “Me quedo con esa complicidad que generamos desde hace tantos años y con miles de kilómetros por el medio. Pueden pasar meses sin hablarnos que cuando nos vemos es como si no hubiera pasado el tiempo. Tenemos ese feeling”, se sincera el sanjuanino. “Nos juntábamos mucho cuando se acababan los partidos porque mi entrenador era de San Juan. Hacíamos un asado, también venía mi hermano Gian Luca, que es un año mayor que Tato, y fuimos haciendo piña. Cuando él venía a Buenos Aires se quedaba en mi casa y cuando yo tenía que ir a alguna convocatoria de la selección me quedaba en la suya. La de fiestas que nos pegamos...”, rememora el bonaerense, que ayer celebró en A Coruña el cumpleaños de su hermano mayor, con Ferruccio entre los invitados, obvio.


Ambos coincidieron en el Mundial sub-20 de 2015 en Vilanova i la Geltrú (Barcelona) y Argentina cayó en cuartos de final contra la Francia de los hermanos Di Benedetto. Allí separaron sus caminos, ambos rumbo a Europa: Fabri al Liceo, con dos paradas en el Braga portugués y el Valdagno italiano, y Tato a Italia, con un breve paso por el Bassano, y luego a Portugal, donde vistió las camisetas del Oeiras, el Barcelos, el Oliveirense y el Tomar antes de reencontrarse con su amigo el pasado verano en A Coruña.

 

 

“Comenzó siendo un sueño, luego uno lo manifiesta y se va materializando poco a poco hasta convertirse en una realidad. Estaban más contentas nuestras viejas que nosotros”, evoca el ‘77’ del Liceo. “Todo el mundo estaba expectante acá porque el Tato emana ese aura y esa alegría. Hay nenes que lo vieron en unos pocos partidos y ya le quieren para siempre. Cuando se ponen así por alguien es por algo. Tato te puede gustar mucho o te puede gustar poco, él es así”, resume el ‘8’.


Presentado como el gran fichaje del Liceo por sus números anotadores en la liga portuguesa (81 tantos las dos campañas posteriores con el Tomar), Ferruccio suma solo once dianas como verdiblanco. “Sentí esa energía y ese cariño desde el primer momento, pero no salió como imaginábamos. No está siendo mi mejor año”, acepta el delantero.

 

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En un campeonato argentino como rivales | Cedida 

 

Justifica su pobre rendimiento (once dianas en 29 partidos) por la pubalgia que le afectó desde su llegada en la pretemporada hasta que paró en diciembre: “No era consciente de que estaba lesionado. Lo fui arrastrando y me afectó cada vez más, tanto en lo físico como en mi confianza. Estiramos hasta que no podía más por el dolor, nunca me sentí cómodo ni libre para hacer mi juego”, lamenta.


Volvió en febrero, pero no tuvo el impacto suficiente en la pista para ganarse la renovación y el Liceo no hizo efectiva la opción un año más en su contrato: “Ellos tienen sus motivos, pero hay cosas que no entiendo. El club eligió que no quiere el año que viene lo que ve ahora, pero se podía haber puesto en el lado más empático con un jugador que estuvo dos meses fuera y puede dar mucho más. Esto es deporte y es la mejor decisión para su proyecto. Son cosas que pasan y hasta que termine la temporada voy a matar por el Liceo”.

 

 

Tato ya tiene destino para el próximo curso. Jugará en el Barcelos, flamante campeón de Europa y verdugo del equipo coruñés en la tanda de penaltis de la eliminatoria de cuartos de final: “Siempre nos quedará esa espina, pero podemos estar tranquilos porque hicimos un gran trabajo”, recapitula el delantero, que durante unas semanas sintió esa incertidumbre del futuro sin resolver. “No es fácil, pero hay algo que aprendí hace un tiempo y me hace más fuerte: ahora me enfoco en lo que puedo controlar porque vivir en la duda no aporta nada”, zanja.


El sanjuanino no se toma los playoffs de la OK Liga como una reválida personal: “No juego para reivindicarme, juego por amor al arte. Me nace así. Amo el hockey y me gusta ganar. Soy muy competitivo”, lanza Ferruccio, que se quedaría a vivir en A Coruña: “Es una ciudad maravillosa, amo la playa y he hecho un grupo de amistades con las que me voy a quedar para siempre y que me han ayudado a desconectar fuera de la pista”, celebra.

 

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Fabri y Tato, con la selección argentina en el Mundial sub-20  | Cedida


Si Tato dejará el Liceo y nuestra ciudad con cierta nostalgia, Ciocale carga con nueve años de verdiblanco y coruñés que le marcarán para siempre: “Me costó muchísimo tomar la decisión de irme: llegué con 17 años, y aunque estuve un año en Braga y otro en Valdagno, acá está mi vida, tengo a mis amigos, mi casa...”, se emociona el pibe de Buenos Aires que se hizo mayor en A Coruña: “Deportivamente es la mejor decisión”, zanja.

 

Fabri jugará la siguiente temporada en el Lleida. precisamente el rival del Liceo en cuartos de final y donde milita cedido otro argentino, su amigo y compañero de piso los últimos años en A Coruña, Fran Tombita. “La idea era irme para allá con él, sí, pero no solo eso. Tenía buenas ofertas, en Portugal y en Italia, pero me terminó tirando el proyecto, el entrenador, los jugadores y las relaciones personales que tengo con algunos”, se sincera.

 

Otro rol

¿Prefiere Ciocale ser cabeza de ratón que cola de león? “No me gusta esa frase. Este es club histórico y, obviamente, todo el mundo quiere jugar acá, pero ya tengo una edad y quiero probarme a mí mismo en un rol más participativo”, responde el todavía liceísta, que ahora solo piensa en el partido del sábado.


“El Lleida es un equipo que viene haciendo las cosas muy bien y que entiende esta cagada que es el hockey. No podemos creernos favoritos porque en los playoffs gana el que menos regala y el que es más eficiente. Cuando perdemos la concentración nos embocan por todos lados y no nos podemos permitir eso, sobre todo en el primer partido, que jugamos en casa y es muy engañoso porque si perdemos nos lo iremos a jugar allí”, avisa.


Tato secunda a su amigo y cree que el rival más peligroso en la eliminatoria es el propio Liceo: "Competimos contra nosotros mismos. Si hacemos nuestro trabajo, tenemos la calidad y el potencial para llegar muy lejos, pero vamos paso a paso”. 

 

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