El mundo del hockey está de luto por el fallecimiento este miércoles de Mario Agüero a los 68 años de edad. El argentino fue jugador del Liceo durante dos temporadas, pero seguramente las más históricas del club: la 1981-82 y la 1982-82, en las que conquistó una Copa del Rey, una Copa CERS y una Liga, los primeros títulos para el conjunto liceísta.
En 1981 llegó a A Coruña de la mano de su amigo Daniel Martinazzo. Ambos argentinos y de San Juan, se habían enfrentado en categorías inferiores con Concepción y Estudiantil y compartido vestuario en la selección. Por aquel entonces tenían veintidós años y fue Agüero quien trasladó la propuesta a Martinazzo: "Mario vino a verme y me dijo que le habían llamado del Liceo, que qué pensaba. A mí me parecía interesante y decidimos ir. Llegamos juntos y ahí empezamos a vivir, digamos", recuerda.
Tan solo compartieron pista una temporada en el Liceo, durante la cual fueron también compañeros de piso en la calle Manuel Murguía. "Fue una temporada maravillosa la que hicimos. Salimos campeones de Copa del Rey y Copa de la CERS y salimos segundos de la liga. Ahí ya se empezaba a gestar el gran Liceo, aunque todavía se estaba consolidando ese profesionalismo. Éramos, como se suele decir en España, una banda", afirma Martinazzo.
Tengo la tranquilidad de que, en este tiempo final de su vida, pudimos hablar mucho
Daniel define al Mario Agüero jugador, a quien apoda 'el gordo', como "un tanque". "Era impresionante la fuerza física que tenía, pero hay que recordar que tenía una fortaleza mental impresionante. Me acuerdo de que, en un partido, se le colgaron dos jugadores y 'el gordo' seguía patinando. Otra cuestión era el tiro. Para mí, es lo más perfecto que yo vi, el chute y su precisión eran impresionantes. Además era veloz y el gesto técnico del regate te lo hacía en una baldosa".
"Hemos tenido una gran relación de jugadores en la época en que jugábamos. Después, a lo largo de la vida, se pasaba mucho tiempo acá (en Argentina) y empezamos a tener más juntadas en plan amistad y ahí intimamos mucho. Fuimos hablando de cuestiones que nos habían pasado en la vida, teniendo una buena relación... Tengo la tranquilidad de que, en este tiempo final de su vida, pudimos hablar mucho", recuerda Daniel Martinazzo sobre su amigo.
Viendo jugar a Mario Agüero creció Facundo Salinas. Su padre coincidió con 'el gordo' en el club YPF de Mendoza. Al padre, Agüero le llamaba 'Cacho', por lo que al hijo lo rebautizó como 'Cachito'. "Me vio prácticamente nacer, por eso me llamaba 'Cachito'. Tengo un cariño muy especial hacia él, su trayectoria y su persona", recuerda Salinas.
Agüero fue el ídolo deportivo de Facundo. "Aparte de ser mi ídolo, yo me sentía muy identificado con él porque era un tipo con mucha guerra, mucho carácter, que en un momento dado se echaba el equipo a la espalda sin dudarlo. Tenía mucha técnica, mucha fuerza y era un jugador completísimo. A nivel personal tuve largas charlas, consejos, anécdotas infinitas..."
"Para mí fue un faro de guía en el mundo del hockey, porque yo lo admiraba y le solía escuchar mucho. Me podía quedar todo el día hablando con él porque intentaba exprimir todo su conocimiento", afirma. Facundo Salinas llegó al Liceo en 1993, siguiendo los pasos de su ídolo. Con el club coruñés consiguió ganar hasta diez títulos: cuatro Copas del Rey, una recopa de Europa, una Copa CERS, una Copa de Europa, una Supercopa de Europa y dos Supercopas de España.
Intenté reflejar en la pista lo que él me decía, lo que había visto yo de él como jugador y de compañero
"Intenté reflejar en la pista lo que él me decía, lo que había visto yo de él como jugador y de compañero. Todo lo que él transmitía en una pista, en un partido, en un entreno de los que yo asistí para verlo, yo intentaba hacer algo parecido. No creo que lo haya logrado ni de lejos, pero la fuerza y las ganas que le puse para hacer algo parecido a él, ahí quedaron", sentencia.