El primer balón que tocó Nourredine Naybet en aquella liga que acabó victorioso le llegó a los pies en el inicio del primer partido del campeonato, contra el Alavés. En el instante que su bota derecha entró en contacto con la pelota una intensa pitada brotó desde amplios sectores de la grada de Riazor. La gente no le quería. Durante todo el verano no había dejado de salir en los papeles y generar debate. El Real Madrid le quería fichar, allí estaba de vuelta JB Toshack, el entrenador que le había reclutado tres años antes para el Deportivo. Y Naybet se quería ir.
El 21 de julio salió a hablar con la prensa que cubría la primera semana de la pretemporada en Vilalba. “Nunca voy a olvidar estos tres años en el equipo y en la ciudad. A Coruña siempre va a formar parte de mi vida”, espetó. La grada ya no le tenía entre uno de sus favoritos. Se apreciaban sus cualidades, pero no su actitud. Y en las noticias que se filtraban sobre las camarillas y el mal ambiente en la caseta siempre salía en primera plana. Sus negociaciones unilaterales con el Madrid, con el que ya había flirteado en veranos anteriores, se tomaron como una afrenta.
Al final a los blancos le parecieron muchos los 2.000 millones de pesetas de la cláusula de rescisión a la que se remitía Lendoiro y se resignaron a recuperar al brasileño Julio César para acompañar a Hierro en el centro de la zaga. Naybet empezó la Liga en Riazor con un tono desafiante. “No me importan los silbidos. En cuanto ganemos partidos desaparecerán”. Pero la siguiente jornada, justo antes de emprender viaje a Sevilla para enfrentarse al Betis, se cayó de la convocatoria sin que nadie atinase a ofrecer una explicación. Hasta que se supo que el club le había permitido tomar un vuelo privado desde Santiago y desplazarse a Manchester para fichar por el campeón de Europa, aquel United mítico que acababa de ganar una agónica final al Bayern en el Camp Nou.
Naybet pasó el reconocimiento médico, pero no hubo acuerdo final. “Para satisfacción nuestra, se han roto las negociaciones”, explicó Lendoiro horas después. Y advirtió el presidente. “Ha decidido quedarse en A Coruña con todas las de la ley. Vuelve un Naybet distinto. Va a estar más centrado”. Eso fue lo que ocurrió: se convirtió en uno de los pilares en los que se sostuvo el éxito de aquella temporada.
Naybet se reintegró en el equipo no sin polémica. Ya antes del partido contra el Alavés unas declaraciones de Gabi Schürrer, uno de los competidores por un puesto en el eje de la zaga, dejaron entrever un descontento en la caseta. El central argentino criticó a Irureta por contar con Naybet a pesar de no haber estado centrado en la pretemporada. También Donato, que empezaba a alinearse en la defensa, alzó la voz. “Me han quitado el caramelo de la boca”. Pero Irureta lo tenía claro y, si estaba en disposición de ser alineado, Naybet debía ser titular.
Central fuerte, de jerarquía, rápido, ganador de duelos, en ocasiones tan sobrado que llegaba a cometer errores por la autoconfianza que se tenía. Con balón era más que aseado en un tiempo y un contexto en el que tampoco se exigía sacar el balón jugado desde atrás. En cuento entendió que los líderes del equipo eran otros y, como anunció Lendoiro, se centró en su trabajo se convirtió de largo en el mejor defensa de la Liga. Y estuvo en el club hasta 2004. Hoy, desde su Casablanca natal, recuerda aquellos años como los mejores de su vida. “No me arrepiento de haberme quedado en A Coruña”, desliza.