CAMPEONES 25 | Romero, dueño y señor del lateral izquierdo del Dépor durante más de un lustro
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CAMPEONES 25 | Romero, dueño y señor del lateral izquierdo del Dépor durante más de un lustro

CAMPEONES 25 | Romero, dueño y señor del lateral izquierdo del Dépor durante más de un lustro
Galopada de Romero por la banda izquierda de Riazor | PEDRO PUIG

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Cuando tenía 21 años y empezaba a alternar con el Logroñés le llamaban Quique. David Vidal le dijo que con ese nombre no iba a ninguna parte y empezó a ser Romero, jerezano, por entonces alguna vez interior zurdo, pero con el tiempo adaptado al lateral, en el Deportivo se llegó a alinear como central en varias citas. Siempre cumplía aunque a un sector de la grada no le acaba de entrar por el ojo. En Riazor decían que era defensivo. “En el Valencia me decían lo contrario, que atacaba mucho”, recordaba siempre Romero, que en realidad era un futbolista que sabía elegir los momentos y que además tuvo una gran fortuna como blanquiazul, la de jugar decenas de partidos por detrás de Fran, un especialista en potenciar el rendimiento de los laterales que evolucionaban cerca de él.


Romero salió del Flamenco juvenil, un club jerezano que hace honor a su nombre desde la camiseta, que se distingue por llevar lunares. Allí jugó División de Honor antes de dar el salto en su primer año senior al Atlético Sanluqueño, en Segunda B. Y tras dos campañas le reclutó el Logroñés, en cuyo filial destacó como interior izquierda antes de dar el salto al primer equipo, que por entonces estaba en Primera División. Ya no se movió de la máxima categoría, en la que jugó casi 400 partidos en un periplo que le llevó a Valencia, Mallorca y A Coruña antes de cerrar con una campaña en el Betis. 302 encuentros oficiales jugó de blanquiazul Enrique Fernández Romero, ocho campañas de las que siete fueron a las órdenes de Javier Irureta, para quien era poco menos que un pretoriano. Cuando con 33 años se fue al Betis el entrenador era… Irureta.


El técnico valoraba de Romero su capacidad para mezclar juego. En ataque se desplegaba con el colmillo de quien había jugado como extremo, lo hacía más a través de su buen pie y las combinaciones que con velocidad al espacio. No era un gran centrador, pero se defendía en esa suerte. Sin balón fue asumiendo un cierto sacrificio y gracias a su estatura, elevada para el canon del lateral de la época, ayudaba en las acciones de balón parado o en los balones cruzados. Durante su estancia en A Coruña adoptó un perfil bajo. Apenas concedía declaraciones, rara vez pasó por una sala de prensa y era de los primeros en irse de los entrenamientos en dirección a una vida fuera del fútbol de la que apenas había noticias. Siempre estuvo cómodo en un papel de actor secundario, pero aquel año 2000 le alumbraron los focos cuando José Antonio Camacho le convocó para la selección. Jugó seis minutos en un amistoso contra Croacia, no fue a la Eurocopa, pero sí al Mundial de Corea y Japón dos años después.


“Fuimos partido a partido y teníamos una plantilla muy buena”, recuerda Romero sobre aquella Liga en la que tras Manuel Pablo fue el jugador que más minutos estuvo sobre el césped (2.907 en 34 partidos). 

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