OPINIÓN | El respeto
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Idiakez, durante un entrenamiento en Abegondo

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El entrenador al que Riazor vitoreaba la pasada primavera para que se tiñese los rizos de dorado fue destituido en el amanecer de un lunes otoñal. El hombre fue a su puesto de trabajo y allí le esperaban para decirle que debía abandonar las instalaciones de Abegondo y llevarse sus pertenencias. El entrenador jaleado cuando los días crecían tomó una bolsa de basura (también lo hizo su segundo), recogió y se fue del club, en el que hasta hace nada se pedían dimisiones hasta del abogado, sin que nadie en el estadio gritase que debía de irse.


Imanol Idiakez se va del Deportivo con una bolsa de basura en la mano. No era necesario. No era preciso transmitir esa imagen ni siquiera aunque la figura más denostada en el fútbol sea la del entrenador, el primer culpable de todo, el habitante perpetuo de la línea de fuego al que hace un año se sostenía bajo el mensaje de que era preciso dar estabilidad al club después de continuadas tempestades. Algo ha cambiado y es interesante preguntarse qué sucesos convierten ahora a Idiakez en prescindible cuando no lo era con el equipo en puestos de descenso a Segunda RFEF. Y ahí subyace una reflexión sobre la que habíamos convenido en Riazor no hace tanto: este tipo de volantazos no suelen llevar a buen puerto. O eso nos habían contado.


Llega el cambio. Y con el una inquietud por recurrir a algún entrenador con pasado en el club, otro lugar común ante crisis como la actual. Ramis, Sergio, Djukic, Paco o el que emerge como favorito en las últimas horas, Manuel Pablo, figuran entre los candidatos en un contexto en el que el adiós se ha producido sin haber dicho hola y abona una idea de imprevisión que no genera confianza porque el club se ha permitido pasarse un día sin entrenador cuando en el horizonte aparece un importante partido ante un rival que le puede superar en la tabla.


Se marcha Idiakez con una bolsa en la mano que no se merece y un rictus compungido que no hace justicia a su esfuerzo por mejorar al equipo. Se marcha un técnico apreciado por la caseta, el espacio en el que habita la gente de fútbol y donde realmente se ponderan virtudes y defectos desde el conocimiento. Idiakez deja entre la amplísima mayoría de los profesionales con los que se ha cruzado huella de entrenador y de persona preparada, también de buen gestor de grupo. Y si alzó una muralla ante los medios de comunicación siempre trató de agregar ladrillos que la edificasen desde el respeto.


El respeto es la clave. Se trata del valor que engrandece a las instituciones, más allá de resultados, decisiones o desavenencias. Jamás debería de estar ausente. Idiakez ha respetado siempre al Deportivo con su trabajo, una faceta en la que además obtuvo el éxito para el que en su día le contrataron. Solo por eso ya hubiera merecido, al menos de cara a la gente, otros modos en el adiós y que esa foto que ayer se publicó en todos los medios de comunicación (y que este martes es portada en nuestra edición en papel) no sea el recuerdo que perdure de su paso tanto en el deportivismo como en A Coruña.

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