Cambiar el ‘28’ por el ‘6’ no es moco de pavo. A primera vista, puede parecer una tontería, pero la lupa desde la que se examinará a Charlie Patiño esta temporada, ahora que el club ha confirmado su apuesta definitiva por el joven jugador inglés al concederle un dorsal del primer equipo, no será la misma que la pasada campaña, cuando lució un número del filial.
El curso 2024-25, su primero en A Coruña, el jugador inglés de origen gallego contaba con la justificación del desconocimiento del idioma y del necesario proceso de adaptación a un vestuario y una competición que, con su juventud y la falta de oportunidades que recibió por parte de Imanol Idiakez en los primeros meses de la temporada, se le hizo muy cuesta arriba. Tampoco le ayudó el escenario de su primera titularidad, el Ciutat de València, ante un Levante que terminó ascendiendo a Primera y que aquel día destapó las carencias del jugador, aún muy verde y en plena aclimatación. Apenas jugó siete partidos de Liga y uno de Copa, solo cuatro como titular y 380 minutos en total. Tiempo durante el que se apreciaron destellos de su calidad, pero también atisbos de que estaba perdido. Nada grave dentro de una primera campaña de acomodo a un nuevo ecosistema. Más, con el ‘28’ a la espalda.
Ahora, no. El ‘6’ cierra el proceso de prueba de Patiño, que deberá dar el paso adelante que le otorga un dorsal con mucho peso y que casi ha quemado en los últimos años. Lo glorificó uno de los mayores iconos del deportivismo, Mauro Silva. No se le puede pedir que esté a su altura, es un imposible que no consiguió ninguno de sus sucesores. Claro, ninguno ganó un Mundial, ni conquistó una Liga, dos Copas del Rey y tres Supercopas, ni jugó una semifinal de la Champions League. Me conformo con que Charlie nos haga recordar al último digno que lució el dorsal que porta ahora, Juergen Elitim. Ya sería suficiente.