Somos muy fans en este córner del Atlántico, no por ser masocas, del sufrimiento. Lo somos porque va en nuestro ADN ser de un equipo, el Deportivo, que nos ha proporcionado infinidad de rebosantes alegrías pero también hondas y profundas tristezas. Por eso cuando Antonio Hidalgo, tras la victoria ante el Granada, instó a “disfrutar” del triunfo me concedí unos breves instantes de regocijo.

¿Cómo no esbozar una sonrisa tras sumar de tres y empezar el curso ganando? Además sufriendo menos de lo previsto e inaugurando el marcador con uno de esos goles de tiki-taka, nacidos en las botas de muchos de los jugones con los que cuenta este año el Deportivo. Los blanquiazules se gustaron por momentos, olvidado ya el curso pasado y la decepción de no aspirar a luchar por nada. No podemos ahora elevar queja alguna: sabemos desde el minuto uno cuál es la hoja de ruta del Dépor, a qué aspira y por lo que peleará hasta el final.

Se agradece el mensaje en tiempos de gosthing y más aún la naturalidad con la que se expresó Antonio Hidalgo. No obstante, por pedir que no sea. Y a expensas de que ante el vicio de pedir esté la virtud de no dar, voy a atreverme a implorar algo. Aún a sabiendas de que puede ser elevada mi demanda, ¿y si en vez de entre los seis quedamos entre los dos primeros? No es que desmerezca jugar un playoff pero, si estamos en modo disfrutón, ahorrémonoslo. Recapitulemos las tres últimas fases de ascenso: el San Juan más triste en Mallorca, el ‘Albacetazo’ en Riazor y la locura de partido en Castellón. Tres playoff, tres penurias dignas de pesadilla. De esas historias que nos regala el Dépor que juegan con nuestro corazón. No queremos eso, ¿a qué no? Apelemos a una nueva cara, la del Dépor más disfrutón.