Primero fue, por aclamación popular y sin rascarse el bolsillo, Luis Chacón, que nada más comenzar la temporada tuvo que irse cedido. Y segundo fue Petxarroman, por el que el Dépor pagó traspaso, sinónimo de la importancia que la parcela técnica dio a su contratación el pasado verano. Descartada la posibilidad de que, pese a esa importancia, un lateral derecho sea la piedra angular de proyecto alguno —con todo el respeto y cariño a los laterales, diestros o zurdos—, nos topamos con un rendimiento pobre, patente una vez más sobre el césped de El Molinón.
El Deportivo pagó al Andorra por un lateral derecho al que ha firmado por cuatro temporadas, pensando en que Ximo Navarro tiene las horas contadas. Petxa tiene contrato hasta junio de 2028. Ximo, a sus 35 años, renovó hasta junio de 2026. El de Petxa no es el único compromiso largo suscrito el pasado verano. Hasta 2028 también firmaron Mario Soriano y, ojo, Chacón, Bouldini y Patiño. En el mercado de invierno se les sumó Eddahchouri. Genreau rubricó su acuerdo hasta 2027. Las apuestas a medio-largo plazo son una buena señal. Transmiten confianza y serenidad. Aportan tranquilidad y el deseo de trabajar mucho más allá del mañana. Sin agobios. En definitiva, cocinar el futuro a fuego lento, método que produce platos más suculentos que los guisados en olla exprés. Solo un pero. La estabilidad en la plantilla puede redundar en una jerarquización que disminuya la competencia y, con ello, que más jugadores de lo deseable caigan en la falta de autoexigencia y en la monotonía. La primera parte en Gijón y la pasividad de Petxarroman en los dos goles del Sporting son ejemplo de ello.