En un equipo tremendamente coral como el Bilbao Basket resulta muy complicado elegir un solo referente. Por valoración sería Tryggvi Hlinason, pero por poquito respecto al segundo, Melwin Pantzar. El combo guard internacional sueco, cuyo apellido podría ser perfectamente Panzer, por su arrollador físico, ha encontrado en Miribilla un humilde hogar en la segunda mejor liga de baloncesto del planeta, aunque en sus principios apuntaba a la mejor.

Hace nueve años entró en la cantera del Real Madrid, con el que debutó en la ACB cuatro días después de alcanzar la mayoría edad. Un curso después, Pablo Laso le convirtió oficialmente en el tercer base de una plantilla donde estaba Trey Thompkins. 

Esa temporada, la 2018-19, estaba destinada a ser la de su consagración, pero acabó siendo la, posiblemente, más frustrante de su carrera profesional. Es lo que tiene jugar solo 34 minutos repartidos en cinco partidos ligueros. 

La misma cantidad de encuentros que disputaría con el primer equipo del Mónaco, que le había fichado para el filial, donde exhibió un nivel y unos guarismos estadísticos de cine, en la temporada pandémica 2019-20. Ese verano de mascarillas, miedo y restricciones decidió volver a España, en esta ocasión para moverse en un escalón inferior, el Real Valladolid, de la LEB Oro. 
 

En mayo de 2021, una vez finalizado el curso del equipo blanquivioleta, firmó con el Manresa para lo que restaba de temporada. Quince minutos en un partido antes de volver a orillas del Pisuerga, donde redondeó su formación para la élite. Dos pasos atrás para dar un potente salto adelante: 15 puntos, 3,7 rebotes y 4 asistencias de media en la fase regular y 11,2, 5,8 y 2,8 en los playoffs de la 2022-23.

En un partido contra el Cáceres se fue hasta los 53 créditos de valoración. Números que confirmaban que estaba preparado para dar el salto definitivo a la ACB. Lo supo el club de la capital vizcaina, y por ello le reclutó en el verano de 2023.
 

Pantzar, de 25 años y 1,90 metros de estatura y puro músculo, promedia 13,2 créditos de valoración esta temporada. Fruto de un juego explosivo en lo físico pero deficiente en el tiro de larga distancia (29,9% de acierto en ACB), un hándicap de mucho peso en un jugador exterior, y mucho más en el basket actual, y sin duda el factor que no le ha dejado llegar tan alto en su carrera como cuando ataca en salto la canasta rival.