Enmanuel Reyes se irá de París con una medalla de bronce, tras caer derrotado (1-4) en semifinales a manos del azerí -nacido en Cuba- Loren Berto Domínguez en la categoría de -92 kilos, tras nueve minutos de combate donde el púgil afincado en A Coruña hizo mucho más por ganar. La risa del cubañés cuando se anunció el resultado, lo dijo todo.
Tres años después de su frustrante aventura en Tokio, donde otro expaisano, Julio La Cruz, le apartó de la lucha por las medallas después de una pelea marcada por la polémica puntuación de los jueces, El Profeta se volvió a topar con el carácter aleatorio del boxeo. Es difícil entender que los jueces diesen ganador a Domínguez en el primer asalto (3-2) y, sobre todo, en el segundo (4-1). Al final de este, desde la esquina de Reyes se escuchó, tan nítida como indignada, la voz de su entrenador en la capital francesa, Rafa Lozano: "¡Si no está haciendo nada, coño!".
Porque Domínguez hizo más bien poco. Al menos de lo que se supone que debería ser el boxeo. Contemplativo, con la guardia baja, desafiante y esperando unas contras que apenas llegaron un par de veces, y no demasiado nítidas, mientras que Reyes salió a dominar el centro del ring. Y lo hizo. Además de lanzar golpes. No demasiado contundentes, pero golpes al fin y al cabo. La mitad de este deporte. Su rival se limitó a ejercer la otra.
La decisión se antoja más discutible si cabe tras ver el criterio de los jueces en la primera semifinal, donde premiaron la agresividad, el boxeo ofensivo y las manos conectadas del kazajo Nurbek Oralbay contra el dominicano Cristian Javier Pinales, quien hizo un combate muy parecido al de Loren Berto Domínguez, y acabó perdiendo por 3-2.
Otro final olímpico agridulce para El Profeta, que al menos en esta ocasión ha conseguido una medalla. Que no es poco. Y con más valor, si cabe, por el maltrato al que sigue sometiéndole los jueces.