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Tengo que reconocer que lo vivido este fin de semana deportivo me dejo desconcertado y con aires de desmotivación. Por un lado, saco a la luz la jugada del segundo gol de Francia ante España en la final de ese raro campeonato que se inventaron los sesudos dirigentes futbolísticos europeos, incluso su denominación me cuesta retener. Hacía tiempo que no me enganchaba tanto el equipo nacional. Su intensidad y buen hacer, hicieron sentirme cómodo arropándolos desde la distancia.

En uno de mis contactos con todos ustedes, les trasladaba mi desacuerdo con la presencia de Luis Enrique como seleccionador nacional. Y no lo hacía porque entendía que no estuviese preparado para el cargo, simplemente porque para ocuparlo, se necesitaba algo más que saber de fútbol, principalmente empatía con el respetable, que no es otro que la afición. Veo que las cuestiones deportivas van funcionando, lo otro no. Todo sigue en el mismo cauce. Brabuconadas, desplantes, protagonismo… y por lo tanto mi opinión no ha cambiado.

Pero me desvié del epicentro del contacto. Si la jugada del segundo gol francés no es fuera de juego, ya pueden ir cambiando las reglamentaciones correspondientes o su interpretación. La actuación arbitral resultó, como mínimo, grotesca. Según el gestor del reglamento, el defensa español, Eric García, que defendía la incursión de Mbappé, debería de ‘congelarse’ ante el pase que le realizaba su compañero al encontrarse en fuera de juego. Toda una ‘oda’ a la perversión analítica de la jugada. En definitiva… Potenciar al infractor. ¡Una vergüenza más!.

Cambiando de tercio, no encajé bien las declaraciones de Borja Jiménez el pasado viernes, cuando fue cuestionado sobre el debate de Noel sí, Noel no. Movimiento que representa la esencia mediática del fútbol. Sin motivación de echar leña al fuego, sobre todo tal y como está la cuestión resultadista, me niego a no expresarlo. Siempre entendí que el Principio de Peter es básico para definir posicionamientos. El que realmente no aguante la presión que cambie de orilla. La frase “juega cuando el míster cree que tiene que jugar”, suena a recurso sin condimento. Se siente presionado y lo quiere zanjar, pero entra en un mundo complejo, donde la situación se le puede volver en contra. A estas alturas de la competición, saber que el máximo responsable técnico no encaja demasiado bien las opiniones externas, no es buena señal. Lo dejaremos aparcado, pero es cuestión de que lo medite con detenimiento. Luis Enrique solo hay uno y al resto de los mortales ya le llega.

Finalizo con la elección del nuevo Balón de Oro masculino de este año. Se abre un abanico inmenso para dilucidar quién adquirirá el honor de ser la cabeza visible. Leía estos días en la prensa francesa que la cuestión se resolvería entre Messi y Benzema. Mi visión es que los tiros irán por otro lado. Saltará la sorpresa y ya se sabe que no habrá un consenso generalizado. Es lo que tienen este tipo de premios.

Como siempre un placer.

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