Con la retirada de Pau Gasol se va el último superviviente de aquella prometedora generación de jugadores que brilló en el Mundial Junior de Lisboa de 1999. Por aquel entonces Pau no era ni mucho menos el gran jugador que llegó a ser y su papel en el equipo era secundario. Si bien era alto, no tenía mucho cuerpo para pelear el rebote ni para imponer su juego ofensivo en el aro rival.
Su gran proyección lo hizo debutar en el Barsa donde fue nombrado MVP de la final de Copa frente al Real Madrid. El año siguiente se proclama campeón de la ACB y se confirman las sospechas: había nacido una estrella que no se iba a marcar límites.
Su marcha a Memphis para probarse en la NBA fue un reto. Cuentan que su madre le acompañó ese año y se ocupó de prepararle una dieta rica en proteínas para que Gasol cogiera el peso y músculo que exige la potente competición profesional americana. En la franquicia de Memphis se hizo un jugador con crédito en la NBA que lo llevó seis años después a un equipo ganador. En Los Lakers de Ángeles lo esperaba el que fuera su buen amigo Kobe Bryan. Juntos lograron dos anillos, el cénit para cualquier jugador.
Paralelamente mantuvo un compromiso inquebrantable con la Selección Nacional de la que fue su gran líder. Llevo al combinado español a conseguir todos los títulos posibles salvo la deseada medalla de oro olímpico en donde tropezó en dos ocasiones con sus compañeros de NBA en la pelea por el primer puesto. Pese a alguna ausencia obligada por lesión, con la Selección consiguió dos medallas de plata en los JJ.OO., una de oro en el Mundial, tres oros, dos platas y dos bronces en el Eurobasket, títulos a los que sumar los logrados en la categoría junior.
Después de su brillante trayectoria en la Liga americana mantuvo muy buen rendimiento en otras prestigiosas franquicias (Chicago, San Antonio, Milwaukee...) pero no contó con un equipo ganador como los Lakers. Una lesión en el pie cuando rozaba los 40 años le impiden jugar con Portland, lugar donde quería coger ritmo de juego para preparar su retirada en los JJ.OO. de Tokio.
Como si se tratara de cerrar un círculo deportivo y sentimental, Pau volvió al Barsa este año para buscar los minutos que le ofrecieran la oportunidad de asaltar la medalla de oro olímpica y la Copa de Europa de clubes, únicos trofeos que no tenía en su vitrina. Aportó para ganar otro título ACB, pero poco pudo hacer en la Euroliga y en JJ.OO.
Se va el junior de oro, el último en decir adiós, el más brillante, el mejor jugador español de siempre y se marcha dejando una impronta de caballerosidad, de fair play, de compromiso con la sociedad y de quien vivió el basket con intensidad, ilusión y una conducta ejemplar.