El inesperado empate cosechado el pasado viernes ante la SD Logroñés ha encendido las alarmas a más de uno.
Aunque a nadie le haya gustado este pinchazo, algo lógico, es significativo ver que a la afición le ha dolido lo sucedido, ya que ello demuestra, por si alguien lo dudaba, que el sentimiento blanquiazul continúa intacto a pesar de la trayectoria errática de las últimas temporadas y la pandemia, que sigue condicionando todo.
El que más y el que menos coincide en el análisis de no haber cerrado antes el partido, lo que benefició al equipo riojano, que, con su gol, sumó un punto que no contaba (sólo ver las caras de sus jugadores en la celebración lo dice todo).
No es el momento de hacer reproches, pero recordar tiempos pretéritos donde el ‘dejarse ir’ costó bastante más que algún punto en juego es algo a tener en cuenta. En 1983, en la penúltima jornada liguera, un empate sin goles en el campo del Linares impidió el ascenso a la Primera División al caer después ante el Rayo y once años después sendas igualadas en Pamplona o Lleida privaron de un merecido título liguero...