Peter Sagan es de otro planeta. El verde le delata, como a un alienígena o un superhéroe. Es el ciclista que más veces (seis) ha vestido el maillot de la regularidad en París, las mismas que Zabel, velocista alemán de los 90 que rivalizaba con Freire. Sagan, como el cántabro, suma tres Mundiales. Se asoma a todos los récords, el de los puntos en el Tour, el del arcoíris y hasta el de segundón: el eslovaco empata, también con Zabel, en el número de segundos puestos de etapa en la ronda francesa (22).
Señalado durante años por sus dificultades para imponerse en los grandes escenarios, pasó por momentos de apatía y dejadez. Es siempre el hombre más vigilado, en el pelotón o en la fuga, en las clásicas o en el Tour, en el llano o en la media montaña. Y lo es porque gana. En Colmar volvió a levantar los brazos, alcanzando la docena de victorias en la Grande Boucle... como Zabel.
Sagan tiene algo que no tenía Zabel, carisma. Es el perfecto embajador del ciclismo y se maneja con la misma habilidad encima de la bicicleta que delante de las cámaras. Es una figura fresca y mediática, imprescindible para un deporte siempre bajo sospecha. A sus 29 años es la gran estrella de la bicicleta, una estrella del rock.
El tres veces campeón del mundo era uno de los favoritos para el triunfo en la quinta etapa, marcada para la escapada o un ataque lejano en las tres subidas dentro de los últimos 70 kilómetros entre viñedos, castillos y recuerdos de otros tiempos en la Alsacia, tiempos de guerra.
Se peleó la fuga, pero el pelotón no permitió la marcha de un grupo grande ni concedió más de 2:30 a los valientes. Repitió Tim Wellens, que se vistió el maillot de lunares el día de Alaphilippe y afianzó su liderato en la montaña. Le acompañaron Simon Clarke, Mads Würtz y Tom Skujins.
El letón, que se dio a conocer en la Vuelta a California del 15 con una larguísima escapada que sorprendió al mismísimo Sagan, fue el que llegó más lejos, hasta la última subida. Por detrás, el tedio absoluto: ritmo de control y eliminación a cargo de los Sunweb, pensando en Michael Matthews, y de los Bora, para su líder verde. Cayeron los velocistas puros: Viviani, Kristoff, Ewan y Groenewegen.
Luchó contra el aburrimiento Rui Costa, un cazaetapas venido a menos que lo intentó tras la última cima. Le faltó un socio para aguantar el empuje del pelotón. En la llegada desapareció Matthews, séptimo víctima de una mala colocación, y arrasó Sagan, que no encontró rival y sacó los músculos en la celebración. Ya tiene su etapa, se quita la presión y empieza el show. El joven Van Aert, una suerte de nuevo Sagan, fue segundo, y Trentin, tercero.
Los favoritos llegaron juntos a Colmar, con el líder Alaphilippe a la cabeza. El francés se dice listo para luchar por mantener el amarillo en la primera jornada de montaña. Le esperan 160,5km con siete puertos puntuables y más de 4.000 metros de desnivel acumulado.
Será la cuarta vez del Tour en La Planche des Belles Filles, cima de 7km al 8,7% de pendiente media y, esta vez, con un final inédito, una rampa que supera el 24% justo antes de la meta. Nadie ganará el Tour en los Vosgos, pero alguno podría perderlo.