El míster está pelín cabreado con las críticas. Es lo que tiene este negocio, que cuando la pelotita no entra o el equipo no cumple las expectativas, se encienden todas las alarmas. Fernando Vázquez, por sus años de entrenador, debe tener claro que hoy se puede ser una figura divina y mañana, el diablo. Ya lo vivió en el banquillo coruñés.
Cuando pilló la pasada campaña a un equipo roto, desesperado y al borde del abismo logró darle vida, esperanza. Lástima que, tras el confinamiento, la cosa volvió por su fueros. Es decir, el equipo ofreció más pena que gloria y por un maldito punto descendió a los infiernos.
Esta frase suya es demoledora, pero real: “Tengo la impresión de que debemos tener ya el objetivo conseguido al segundo partido. Me preocupa que la gente pueda perder la esperanza, la ilusión y la fe en los jugadores”, dijo. Pues sí, míster, el aficionado, esperaba un poquito más en estos primeros partidos. Que habría que hacer un borrón y cuenta nueva aparcando la pesadilla vivida la pasada campaña, agravada por el maltrato de Javier Tebas.
La gente se llevó un chasco en este inicio porque creyó que el equipo iba a tener el ‘nuevo’ sello de Fernando Vázquez, pero no fue así. Se sigue jugando a nada, sin corazón ni alma. Cierto que con el paso de las jornadas todavía se puede mejorar, pero el nuevo sistema de competición penaliza perder puntos y hay mucho miedo a caer en el desánimo. Es fácil entender que se exija algo más. Incluso jugar mejor.