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Ferenc Szabo posa junto al mural en el que se colocan las fotos de los atletas del CH Coruña que lograron al menos un título nacional | pedro puig

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La figura de Ferenc Szabo (Budapest, 1956) marca un antes y un después en la halterofilia de nuestra ciudad. Entrenador del CH Coruña y director técnico de la Federación Gallega, el húngaro ha forjado con sus propias manos una inagotable escuela de talentos. Su metodología de trabajo y devoción por el deporte han transformado al club herculino en uno de los mejores del panorama nacional. Desde su llegada en 1991 suma 34 campeones de España y más de 500 medallas.

1. De Budapest a Galicia en un 46 caballos

El 5 de enero se cumplirán 30 años desde que Szabo se presentó en A Coruña con una oferta de trabajo de la Federación Gallega por un año y con una misión: elaborar un nuevo plan de tecnificación. “Mi mujer, mis dos hijos y yo recorrimos media Europa en un coche de 46 caballos. Pensábamos que España era el país del sol y no traíamos ni una chaqueta”, rememora el húngaro, pero el clima ya no es un problema para él y su familia: “Aquí he encontrado el lugar y el trabajo de mi vida”.

Cuando llegó, la halterofilia gallega y coruñesa ocupaban los últimos lugares del ránking nacional. “Me encontré con una situación muy difícil. Acostumbrado a trabajar con masas de gente en mi país, aquí apenas existía la halterofilia, no había base”, añade Ferenc, que tardó en encontrar la llave del éxito: “Durante mucho tiempo estuve buscando la forma de mejorar, pero no lo encontré hasta que elaboré un plan de detección de talentos: los chavales empiezan con doce o trece años y cinco años después llegan a la élite nacional”, detalla.

2. Técnico, chófer, masajista, contable...

El plan de Szabo no tiene secretos: “Trabajo, trabajo y más trabajo”, simplifica el húngaro, que se ocupa de prácticamente todo en el club coruñés: “Soy entrenador, transportista, masajista, contable, secretario…”. A dos años de la jubilación, no tiene clara su retirada: “Mi mujer quiere me que jubile, claro, pero yo no creo que pueda separarme de la halterofilia. Pertenezco a un pequeño grupo de afortunados. Mi trabajo es mi afición”, cavila.

En tres décadas había vivido de todo menos una pandemia. “Ha sido un año frustrante. Hemos perdido la mitad de la temporada: entrenamientos, competiciones… Para los más jóvenes es un trauma deportivo: han perdido un tiempo que ya no van a recuperar”, explica Ferenc, que pone el ejemplo de la coruñesa Irene Blanco, campeona mundial sub-17, que ha perdido la oportunidad de disputar varias competiciones internacionales en esta temporada que se paró todo.

3. Preparados contra la pandemia

Por suerte, la halterofilia fue una de las disciplinas que antes regresó a los entrenamientos: “Es un deporte individual y es bastante sencillo separar los puestos de trabajo para que no coincidan los atletas, ni en el sitio ni con el material”, detalla Szabo.

El técnico, que tiene a su cargo a unos 100 chavales, los distribuye en tandas de trece por cada hora en el gimnasio de La Casa del Agua, que es también la casa del CH Coruña, pese a sus reducidas dimensiones. “Cuando entramos hace doce o trece años nos parecía un espacio inmenso, pero se nos está quedando pequeño y el ayuntamiento está buscando una solución para encontrar un recinto más grande”. 

4. Las ‘Irenes’ y los Juegos Olímpicos 

Al abrigo de Ferenc empezaron su carrera la citada Irene Blanco y también Irene Martínez, dos de las opciones coruñesas para los Juegos Olímpicos de París 2024, que se entrenan en el CAR de Madrid. “Será complicado porque los Juegos están reduciendo plazas drásticamente en favor de otros deportes que antes ni pensábamos que pudiesen entrar en el programa olímpico. En los años 90 la halterofilia contaba con unos 500 participantes y en París van a ser 120”, lamenta el húngaro.

5. Como un padre para sus atletas

“Nunca le he visto poner una mala cara y eso que tiene mucho trabajo”, recuerda Óscar Fernández, el que era presidente de la Federación Gallega cuando llegó Ferenc Szabo, aconsejado por Eduardo Lamas, que prefería un entrenador extranjero.  “Trata a los deportistas como si fuesen sus hijos y nunca les llama seriamente la atención”, abunda Fernández. “Es una gran persona, generoso, con buen corazón, paciente y con mucho sentido del humor”, añade su discípula Irene Martínez.

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