El belga Philippe Gilbert (Deceuninck), un clásico entre los clásicos, dejó su sello en Bilbao con una victoria en solitario en la duodécima etapa, que salió de Los Arcos (Circuito de Navarra) y llegó a la capital de Vizcaya tras cubrir 171,4 kilómetros, en la que el esloveno Primoz Roglic (Jumbo) mantuvo el jersey rojo de líder.
Gilbert, de 37 años, es un maestro en clásicas, y de ese modo resolvió ayer. Un ataque contundente en las rampas del Alto de Arraiz, a siete kilómetros de meta, fue suficiente. Abrió un pequeño hueco y aguantó hasta cruzar la raya señalando con los dedos el número diez, que son las victorias que lleva en las grandes (seis en la Vuelta, tres en el Giro y una en el Tour).
Marcó en meta un tiempo de 3h 48:18, dejando con la miel en los labios, a dos segundos, al dúo español compuesto por Alex Aranburu (Caja Rural) y el aragonés Fernando Barceló (Euskadi-Murias), impotentes para echar el lazo al campeón del mundo en 2012.
Control del Jumbo
Poco a poco fueron pasando por la meta en la Gran Vía de Bilbao los componentes del grupo de escapados del día, mientras que el de los favoritos cerraba el día previo a Los Machucos a 3:02. No hubo batalla en las tachuelas del final de etapa. Tan solo un tímido ataque de ‘Supermán’ López que no fue a ningún sitio. El Jumbo de Roglic controló la etapa conforme a sus intereses.
El ritmo de inicio fue frenético y así fue difícil que se formara una escapada fácilmente. El pelotón no dio licencia para aventuras hasta el kilómetro 65, cuando se marcharon catorce corredores. Nombre importantes, como Gilbert, y nutrida presencia española con Rojas, Aranburu, Lastra y Fernando Barceló. Enseguida fue aumentando la distancia. La zona llana, solo rota por el Alto de Azazeta, dio paso a unos últimos 40 kilómetros donde se concentraban los alicientes de la jornada, con tres tachuelas de Tercera donde empezó la batalla por la etapa.
Se movieron los escapados, en ningún momento los favoritos, agazapados todo el día bajo el control de un Jumbo. En la subida al Alto de Urruztmendi aún se mantuvo la unión en la avanzadilla, pero en El Vivero ya encendieron los primeros petardos el austríaco Felix Grosschartner (Bora) y el etíope Tsgabu Grmay (Mitchelton), quienes abrieron un hueco de medio minuto, aunque no les permitió seguir adelante con sus ilusiones.
La ventaja voló en las primeras rampas del inédito Alto de Arraiz, un muro de 2.220 metros de longitud al 12,2% y rampas del 21%. Tocaba retorcerse y hacer eses sobre el desgastado asfalto. El jefe de la fuga, Gilbert, tomó la palabra con un duro cambio de ritmo que le dejó al frente de las operaciones. Un golpe definitivo para un gran clásico, ganador de todos los monumentos del calendario menos la MilánSan Remo; el último, la París-Roubaix este mismo año.
Gilbert coronó Arraiz con 21 segundos sobre Barceló y Aranburu, aliados en busca de una victoria soñada. Ambos se entendieron, bajaron jugándose algo más que el chasis, pero perseguían a un ilustre del pelotón internacional.