Las últimas temporadas de Arsenio Iglesias al frente del banquillo del Real Club Deportivo de La Coruña estuvieron marcadas por la trayectoria realizada por lo que algunos llamaron el ‘Superdepor’. Este equipo enamoró a la España futbolística por su “orden y talento” (visión que tenía el técnico de Arteixo sobre el deporte rey) y llegó a convertirse en el segundo en las preferencias de muchos aficionados de la piel de toro facilitando que los éxitos alcanzados se celebrasen tanto en la capital herculina como en otros puntos de la geografía nacional.
Eran tiempos en los que se empezaban a escribir las mejores páginas de la historia del club y algunos de estos logros han quedado relegados a un segundo plano por los títulos conquistados. Los ejemplos son muchos pero el que ahora nos ocupa sucedió en el Estadio Carlos Belmonte el dieciocho de junio de 1995, se cumplen hoy veinticinco años del mismo, tras imponerse el Deportivo al Albacete por ocho a dos en lo que es su mayor triunfo como visitante en Primera División.
El honor en juego
El equipo blanquiazul cerraba su participación en el campeonato liguero midiéndose al blanquillo en un partido perteneciente al capítulo trigésimo octavo. Los herculinos se jugaban el honor, que no es poco, ya que pasase lo que pasase sobre el césped acabarían el torneo en la segunda posición, alcanzando por tercera vez dicho puesto. Los locales, por su parte, debían evitar la derrota para escapar de la promoción por la permanencia.
A pesar de lo dicho, algunos malintencionados dejaron caer que el Deportivo saldría a ganar para ayudar al Compostela, que con treinta y dos puntos –en su debut en la categoría– pugnaba por el mismo objetivo manchego. Ello se debía a que un revés del ‘Queso Mecánico’ dejaría a los santiagueses en la élite estatal si superaban en San Lázaro al Tenerife, algo que sucedió por dos a cero. Al final, los de Fernando Castro Santos y los de Benito Floro igualaron en la clasificación con treinta y cuatro unidades (las victorias todavía sumaban de dos en dos) pero el mejor golaveraje beneficiaba a los gallegos lo que les permitió acabar por encima en la tabla. Sin embargo, nadie podrá afirmar que el Deportivo se empleó a fondo con ánimo de humillar al rival y el que lo ponga en duda puede buscar y mirar los resúmenes del encuentro en internet.
Otro dato que corrobora esta afirmación fue el once inicial que dispuso Arsenio Iglesias: Liaño; Voro, Ribera, Djukic, Nando; Villarroya, Aldana, José Ramón, Alfredo; Manjarín y Julio Salinas. Un equipo formado en su gran mayoría por los futbolistas menos habituales, pues la temporada no acababa en Albacete al tener el Deportivo que jugar la siguiente semana en el Estadio Santiago Bernabéu ante el Valencia la final de la Copa del Rey.
Mínima ventaja
La primera parte en el Carlos Belmonte se desarrolló con cierta normalidad y al descanso se llegó con una mínima ventaja coruñesa de dos a uno tras los tantos de Andonov (minuto 17) para los locales y Djukic (min. 7) y Manjarín (min. 42) para los gallegos tras dos golazos. El serbio anotó desde su campo en un lanzamiento de falta y el asturiano después de una gran acción individual que culminó con un excelente disparo desde treinta metros colando el balón por la escuadra de la portería defendida por Molina, que temporadas después, en la campaña 2000-2001, ficharía por el Deportivo.
El Alba se desfondó en el tiempo complementario, sobre todo por el calor reinante y tras la expulsión de Tomás en el minuto sesenta y siete. El Deportivo lo aprovechó y se limitó a tocar el balón y dar pequeños zarpazos a un rival que hizo un gol anecdótico por medio de Zalazar (min. 56). Julio Salinas (mins. 52, 76 y 89), José Ramón (min. 70), Donato (min. 73) y Manjarín (min. 74) completaron el triunfo visitante.
Destino caprichoso
Todos sabemos que el destino es caprichoso. A pesar de ello, ¿quién podría aventurar en junio de 1991 que los dos entrenadores que subieron a Albacete y Deportivo a Primera División se reencontrarían poco más de cuatro años después en una situación completamente distinta?
El Albacete de Benito Floro, que tuvo al coruñés Luis Suárez Miramontes como entrenador en la primera jornada liguera, quedó condenado a una promoción por la permanencia que perdería por un global de cinco a dos ante el Salamanca de Juanma Lillo. La tristeza manchega se tornó en felicidad semanas después tras mantenerse por los descensos administrativos a Segunda B del Sevilla y Celta al no presentar unos avales –los hispalenses de ochenta y cinco millones de pesetas y los olívicos de cuarenta y cinco (el cinco por ciento del presupuesto del club)– que servían como una futura provisión de deudas, algo regulado en la Ley del Deporte. Pero ésta es otra historia.
El fin del curso aguardaba al Deportivo la mayor alegría en sus ochenta y nueve años de existencia. Así, nueve días más tarde, se quitó el sambenito de aspirante tras proclamarse campeón de su primer título oficial en la mencionada final copera en el Paseo de la Castellana al vencer a los levantinos por dos a uno. l