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Barbero, en un partido ante Osasuna Promesas

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Nos hacemos mayores. Ayer un chico nacido en el 2005 (tenía cinco años cuando Iniesta marcó el gol) se sentó en la sala de prensa del Deportivo y anunció que es un ganador. Yo que soy tan descreído que no creo ni en mi mismo, siempre que escucho este tipo de afirmaciones acudo a la estadística para saber con quién ha empatado el presunto ganador. Acabo concluyendo que en realidad lo que le ha pasado es que la vida no le ha dado muchos palos. Bueno, eso ya se podría considerar una gran victoria. Lo malo es que siempre estás a tiempo de encajar un gol. Aunque seas el mejor central del mundo.


Arsenio se lo dijo a Xosé Hermida, uno de los mejores periodistas que conozco y que escribió una biografía imprescindible sobre el mito deportista en la que el zorro de Arteixo le hacía una confesión: “Estoy harto de los ganadores natos”. En su apogeo como entrenador, en plena apoteosis del SúperDépor, un grupo de reporteros llegados de varios países del mundo se citaron en Riazor para tratar de entender cómo aquel veterano tipo casi en edad de jubilación había armado un equipo, este sí, ganador. “¿Cuál es su método de trabajo?”, le preguntaron. “La prudencia, No he conocido otro mejor”, respondió Arsenio.


Vale. Que levante la mano quien con 20 años era prudente. Así que convengamos en que si Lucas Noubi cometió un pecado presentándose como “un ganador” sería en todo caso una cuestión venial. Además es que hasta es posible que acabe ganando. Al final en el fútbol casi todos olvidamos la prudencia (si no seríamos Arsenio) y disparamos las ilusiones hasta cotas casi irracionales. Decía un presidente del Deportivo que lo mejor del fútbol es cuando no rueda la pelota. O sea, el veranillo se enmarca en ese tiempo maravilloso de ilusión y expectativas en el que te llama un amigo que habló con no se quién del Deportivo y te dice. “Oye, qué me han dicho que van a apostar todo al nueve, que van a ir con dinero a por un nueve de verdad”. 


Con Yeremay, Mella, Soriano (Mario) y Luismi en la línea de tres cuartos, casi sería un pecado tener por delante al Serginho de Brasil del 82. O en lenguaje menos boomer a un delantero torpón y sin gol. No estoy seguro de que Barbero fuese uno de esos. Me conmovía su esfuerzo, su entrega al colectivo para bajar y dar continuidad a balones imposibles. Barbero, que iba a ser Barberowski en la liga polaca ha dado un giro y será Barbeiro en la portuguesa. Se va un delantero tan honrado como limitado, pero en definitiva uno de los que ayudaron a que el equipo saliese del barro, no olvidemos. Le recordaremos quejoso tras alguna ocasión fallida, también con raptos de talento como aquella manera de definir en Tajonar, en un maravilloso hat-trick. La estadística le retrata con 18 goles en 60 partidos y el Deportivo no le ha identificado como un delantero capaz de ayudar al equipo a dar el salto de categoría. No creo, además, que nunca salga de sus labios que es un ganador nato, pero ni falta que hace. Al menos para mí, en el Deportivo, se ha ganado el respeto. 

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