La madre de todos los récords
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La madre de todos los récords

Leon Marchand se estrena en Singapur por todo lo alto al batir por un segundo y medio el legendario tope de 200 estilos en posesión de Ryan Lochte desde 2011
La madre de todos los récords
Leon Marchand saca músculo después de pulverizar el récord del mundo de 200 estilos en las semifinales del Mundial de Singapur | EFE/EPA/FAZRY ISMAIL

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Los años postolímpicos los carga el diablo. Porque después de la presión que supone centrar todos los esfuerzos en un mismo objetivo muchos nadadores, de los deportistas que más sufren el conocido como síndrome del burn out, aprovechan para tomarse un merecido descanso, temporal o definitivo, de la piscina. Véase el caso de la australiana Ariarne Titmus, que ganó la carrera del siglo en París, los 400 metros libres, por delante de Summer McIntosh y Katie Ledecky, y ni siquiera está entrenando, esperando que le vuelvan a entrar las ganas de chapuzarse en cloro. O el británico Adam Peaty, dejando de lado sus problemas con la bebida y de vacaciones en familia mientras sus rivales siguen sin acercarse a sus récords.


Y después está Leon Marchard. Pocos o ninguno con más presión que él en la capital francesa, la gran esperanza local para triunfar en casa, todo el peso a sus espaldas de un país que incluso paralizó una competición de esgrima por los gritos en la grada de quienes veían en sus dispositivos la final de 200 mariposa, en la que ganó uno de sus cuatro oros. Un año después, el francés decidió tomárselo con relativa calma para el Mundial de Singapur. Por un lado, se borró de dos pruebas, por eso su debut se hizo esperar a la cuarta jornada. Por otro, se propuso quitarse la espina de los pocos retos que se le habían escapado en París, mejorar los 1:54.00 con los que Ryan Lochte había ganado los 200 estilos en el Mundial de Shanghái catorce años atrás. 


Las eliminatorias de la mañana fueron solo una toma de contacto. Por la tarde, no quiso ni esperar a la final para descorchar el champán. Literalmente voló en una exhibición en la que dejó más allá de sus pies a la línea virtual (ya se está planteando la posibilidad de que puedan verla de alguna manera los nadadores en plena competición) que marcaba el ritmo de Ryan Lochte. Ya había jubilado a Michael Phelps en los 400. Y rebajó en un segundo y medio al tope que había dejado fijado desde 2011 el otro gran tiburón (más bien aligator, por su pasado en la Universidad de Florida) de los estilos. El francés es un nadador que ha venido del futuro, quizás hasta de otro planeta. Y firmó la madre de todos los récords: 1:52.69. Él mismo miraba el marcador con un signo entre de exclamación e interrogación en su mirada. 


¿Era realmente posible? No, no estaba soñando. Bob Bowman, el que también dirigió los pasos de Michael Phelps y ahora tutela a Marchand en un grupo al que se unirá la próxima temporada la canadiense Summer McIntosh, le decía que sí, que sí. Sin el cansancio acumulado del alargado programa de pruebas al que se sometió en los Juegos se vio el verdadero potencial del francés en una prueba que exige dominar los cuatro estilos y que demanda velocidad y resistencia al mismo tiempo. 


El estadounidense Shaine Casas le hizo de liebre en los primeros 50 metros, a mariposa, donde ya iba por debajo de los parciales de Lochte (24.10 por 24.89). A espalda, después de un viraje con un magnífico subacuático, aumentó casi dos décimas la ventaja en ese duelo entre épocas (28.40 Marchand; 28.59 el norteamericano, que para que se sitúen, fue campeón olímpico de 200 espalda). En el tramo a braza le metió casi un segundo (32.13 por 33.03). En ese momento iba prácticamente dos segundos más rápido que el récord del mundo. Faltaba el crol, el único parcial en el que el galo fue más lento (28.06 por 27.49), quizá notando la ausencia de rivales, ya que en 2011 Lochte se jugó el título en este último largo con un Michael Phelps que le obligó a exprimirse al máximo.


Marchand aún no ha ganado el título que se pone hoy en juego en la final, pero a nadie le entra en la cabeza un desenlace diferente que no sea con él con la medalla de oro colgado de su cuello. No habrá sorpresas, como tampoco dio pie a ello la australiana Mollie O’Callaghan, la mujer de las finales, bicampeona olímpica de 200 libres y ahora también bicampeona del mundo tras batir por un segundo en la final a la china Bingjie Li y a la estadounidense Claire Weinstein.


La jornada había comenzado con malas noticias para el equipo australiano con la baja de Sham Short para la final de 800 libres, víctima como el equipo norteamericano de una intoxicación alimentaria. Sin él, campo abierto para el joven tunecino Ahmed Jaouadi, que realizó el tercer mejor registro de la historia, 7:36.88 (el primero en bañador textil) para batir a los alemanes Sven Schwarz y Lukas Martens, que dejaron fueron del podio al campeón olímpico Bobby Finke.


La natación estadounidense masculina buscaba su primer oro y tenía en Finke a su principal candidato. Sin embargo, este llegó de la mano de Luca Urlando, desde hace años señalado como el heredero de Michael Phelps porque con 15 años calcaba sus marcas a esa edad pero que nunca había acabado de explotar hasta Singapur, donde llegó su primer gran éxito internacional con el oro en 200 mariposa, seguramente beneficiándose de la ausencia de los dos monstruos de la especialidad, el propio Marchand y el húngaro Kristof Milak, otro que sigue buscando la motivación después de su paso por París.


Completaron la lista de campeones de la jornada el italiano Simone Cerasuolo en los 50 braza y el equipo neutral B, es decir, Rusia, en el 4x100 estilos mixto, con récord de los campeonatos. Pero la atención también estaba puesta en las semifinales. Por un lado, las de los 100 libres, con Jack Alexy, que desterró el récord americano de Caeleb Dressel mandando por delante del rumano David Popovici y con el chino Zhanle Pan fuera de los ocho mejores. Por otro, las de los 200 mariposa. Porque volvían a la piscina la reina Summer McIntosh y la princesa Zidi Yu, que a sus 12 años se clasificó para su segunda final, dispuesta a sorprender de nuevo desde la calle 8. 

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