La selección española de balonmano nunca deja de competir
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La selección española de balonmano nunca deja de competir

La selección española de balonmano  nunca deja de competir
Selección española de balonmano

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 La medalla de bronce conquistada por las selección española de balonmano en el Mundial de Polonia y Suecia demostró que, pese al proceso de renovación en el que se encuentran inmersos los “Hispanos”, el conjunto español sigue siendo una garantía de éxito.


Poco importó, como no se cansó de repetir el seleccionador Jordi Ribera, que nueve jugadores debutasen en un Mundial, ni que cuatro de ellos, Dani Fernández, Imanol Garciandia, Abel Serdio y Pol Valera, disputasen su primera gran competición internacional, el equipo español siguió mostrándose tan competitivo como siempre.


Muy pocas selecciones pueden presumir de haber subido al podio en seis ocasiones en los últimos seis años, una demostración de que pese a las caras nueva el conjunto español sigue siendo fiel a un estilo de juego propio, que le ha convertido en un equipo único y diferente en el panorama internacional.


En un deporte en el que el físico es un factor cada vez más predominante, los “Hispanos” llevan años apostando por un balonmano en el que la inteligencia y la riqueza táctica compensan la falta de kilos y centímetros.


Un elaborado estilo de juego al que el conjunto español suma un carácter competitivo y una fe inquebrantable en sus posibilidades, que le permiten superar cualquier tipo de dificultades.


Cómo olvidar el gol de Dani Dujshebaev en los últimos segundos del tiempo reglamentario del encuentro de cuartos de final ante Noruega y que permitió a España forzar la primera de las dos prórrogas que necesitó para sellar el billete para las semifinales.


O la remontada en la segunda parte del encuentro por la medalla de bronce, en el que los “Hispanos” con un sensacional juego, posiblemente los mejores momentos de los de Jordi Ribera en el torneo, logró enjugar los cuatro goles de desventaja con los que se marchó al descanso.


Incluso en la derrota ante Dinamarca en la semifinales, el equipo español tuvo la fortaleza para recortar la diferencia de cinco tantos con la que cerró el primer tiempo y llegar vivo a los minutos finales del encuentro.


Y eso que la selección española, como reconoció Jordi Ribera, llegó más cansada que nunca al tramo fina del campeonato, a causa de las lesiones y los problemas físicos que lastraron su habitual política de rotaciones.


La lesión del central Ian Tarrafeta, que tuvo que abandonar el torneo tras sufrir una fisura en las costillas en el primer encuentro ante Montenegro, y las molestias y golpes que arrastraron jugadores como Joan Canellas o Agustín Casado, impidieron al seleccionar a rotar a los jugadores de primera línea tanto como le hubiera gustado.


Una circunstancia que propició que jugadores como Dani Dujshebaev, extraordinario en los cuartos de final ante Noruega, llegasen exhaustos a los dos últimos encuentros de la competición.


Pero, ni así, se bajó España de un podio que demuestra que hay “Hispanos” para rato con la llegada de jugadores como Abel Serdio, Imanol Garciandia y Dani Fernández, que cumplieron y con creces en su primer gran torneo internacional.


Avanzadilla de la nueva generación de jugadores que Jordi Ribera va moldeando poco a poco en un proyecto de detección y formación de talentos al que el seleccionador dota de la misma o más importancia que a los títulos o medallas.


Un trabajo a medio y largo plazo que no sólo ha permitido a las selecciones júnior y juvenil coronarse el pasado verano campeonas de Europa, sino que garantiza el relevo, eso sí tranquilo como le gusta a Ribera, de unos “Hispanos” que quieren seguir dando guerra por muchos años.

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