La RFEF, a través de su Comité Arbitral, ha llegado a la conclusión de que a los colegiados se les debe de conocer y nombrar por su onomástica y su primer apellido. Obviamos el segundo, que en España coincide con el que nos presta por vida nuestra madre.
Toda la vida cuando alguien se dirigía a mí con cierto énfasis pronunciando mi nombre y apellido (¡José Gerardo Fernández!) le contestaba con la rapidez que me permitía la lengua y la rotundidad del que dice las cosas convencido: “y Bragado por parte de madre”. Si no lo he dicho cientos de veces, lo he asegurado y defendido miles de ellas.
Ahora, resulta que los colegiados no van a tener, públicamente, apellido de la madre en su tratamiento oficial como jueces. Y el quid de la cuestión es que cuando el arbitraje está en boca de todos por los errores que se comenten una semana sí y otra también, este colectivo, tan respetable, sea noticia por este tema.
Y digo con seguridad que se equivocan y a la vez defiendo con vehemencia que el arbitraje es la labor más ingrata en el deporte. Nunca dejas satisfechos a todos, por cada felicitación te critican veinte veces. Y no solo eso sino que a veces te insultan o te agreden. Pero reconociendo eso y deseando que la cosa cambie a bien, los árbitros se equivocan. Porque lo suyo es muy difícil.
Que trabajen, con el nuevo Fran Soto al frente de ellos, por ejemplo, en la unificación de criterios. Porque una mano en Pamplona es penalti y la misma en Sevilla no se pita. Porque un codazo manda a la calle a un jugador en Cádiz y otro más alevoso en Oviedo se salda con tarjeta amarilla. Porqué en un partido se añaden 10 minutos de prolongación y en otro en el que uno de los equipos ha perdido tiempo descaradamente se amplía el partido apenas 120 segundos. Eso es lo que hay que hacer y no perder el tiempo con cuestiones de la “salsa rosa” que diría Jabo Irureta,
Desde hace 60 años estábamos acostumbrados a que los colegiados atendieran por sus apellidos. ¿Quién sabe el nombre de pila de Reynaldo Guerra? ¿Y de Hernández Velázquez? ¿O el propio Ceballos Borrego? Nadie domina que el sevillano se llama Manuel, el vallisoletano Teodosio y el extremeño Francisco.
Precisamente, cuenta la historia que todo comenzó con Franco. Titulares como “Franco defraudó”, “Franco lo hizo muy mal”, “Franco insultado en tal sitio”... no gustaban al régimen aunque el Dictador no pitaba partidos. Los encabezamientos se dirigían a Ángel Franco Martínez, árbitro de Primera División allá por los años 60 y 70.
Por eso comenzaron a llamar a los trencillas por los dos apellidos, olvidándose del nombre propio.
¿Y quién adivinaría que Antonio López, Manuel Díaz, Alfonso Pino, Juan Martínez, Raúl García o César Soto, con el apellido de su madre son López Nieto, Díaz Vega, Pino Zamorano, Martínez Munuera, García de Loza o Soto Grado?
¡Vivan las Madres! Y todo lo que han aportado tradicionalmente al mundo del arbitraje futbolístico. Como a todo. ¿Por qué prescindimos ahora de ellas? ¿Para dar un nombre propio que lo puede tener cualquiera? Bueno, el de Teodosio, no. Xosé Manuel, solo lo digo porque no es muy común. No pienses mal.