Un tipo que no peina canas porque su alopecia se lo impide. Quizá no es el look con más glamur en un mundo en el que la imagen vale mucho. Tampoco tiene un nombre que firmaría un experto en marketing como fórmula para una buena marca personal. Pero, por suerte, el fútbol va más allá de una imagen y un nombre. Lejos de esas facetas, el rendimiento. El verde no miente. Y su veredicto es incontestable.
El hombre del banquillo ha logrado sacar notables resultados con el sello no solo de ser de la casa, sino entender lo que supone serlo. Entendiendo lo que piensa su afición, cómo respira. Mirando para abajo, pero con la prudencia de no poner por poner por el simple hecho de colocarse una medalla en el pecho.
Cogió al equipo cuando no pintaba demasiado bien, en medio de una temporada que podía acabar en drama. Y fue capaz, con más o menos cambios, de darle una vuelta de tuerca para otorgarle competitividad. Tiene mérito sacarle rendimiento a una plantilla con evidentes limitaciones, con un líder que trasciende lo futbolístico y que, por muchas razones, poco ha podido estar presente en el terreno de juego. Un plantel con nuevas referencias que apuntan alto pero que, a la vez, son todavía extraordinariamente jóvenes. Qué mérito tiene Claudio Giráldez en esta temporada inimaginable del Celta. Por suerte para él, toda su hinchada y el mundo del fútbol se lo reconoce. Quizá en el entorno deportivista deberíamos tomar nota. Porque todo lo que he dicho podría aplicar a otro entrenador que, pese a todos los méritos narrados, sigue sin estar renovado.