El Deportivo se plantó hace exactamente un año en Segunda División como recién ascendido en la categoría sin ninguna novedad en el eje de la zaga. En una zona de especial sensibilidad, el club decidió, en cierta manera, tirar la moneda al aire. 

Confió en un canterano que había destacado en su primer curso con el primer equipo pese a su falta de continuidad. Apostó por otro defensor con un puñado de temporadas en Segunda sin pena ni gloria. El tercero era un veterano que el año anterior había empezado a dar síntomas de declive. Y el cuarto, un hombre respetado por sus compañeros pero lastrado por los problemas físicos y falto de experiencia en la plata.

El envite salió relativamente bien, aunque el propio diseño del eje central defensivo fue uno de los techos que el Deportivo se autoimpuso a la hora de poder mirar más hacia arriba y tener que conformarse con una holgada permanencia. El club tomó nota y este verano metió el bisturí. No renovó a dos y enseñó la puerta de salida a un tercero. Tan solo Dani Barcia sigue de aquel cuarteto. En su haber, una temporada notable pero inconstante, marcada por la capacidad para rendir nada más entrar pero, a la vez, limitada por sus dificultades para estar.

Junto al de Cambre, el Dépor cuenta con Arnau Comas y Lucas Noubi como únicos centrales ‘naturales’. Ambos marcados por la discontinuidad por unos u otros motivos. Todos jóvenes y prometedores. Ninguno de ellos, a día de hoy, un central ‘alfa’ capaz de mandar de verdad. Como tampoco lo es el prometedor y estimulante Samu Fernández.

Sí, ha llegado un Miguel Loureiro que vale para todo y está Ximo Navarro. Pero la exigencia también es mucho más alta. Y quizá antes de que la campana suene el 2 de septiembre, habría que recalibrar si el Deportivo no está asumiendo un riesgo central.