OPINIÓN Otra tragedia en la carretera
lll
17º-23º

OPINIÓN Otra tragedia en la carretera

OPINIÓN Otra tragedia en la carretera
Archivo El Ideal Gallego

Usuario

Apenas unos días después de que Lucas Pérez desvelase el porqué de su miedo a volar, nos despertamos en la mañana de ayer con la estremecedora noticia del accidente de tráfico que se llevó por delante la vida de Diogo Jota y André Silva. La noticia nos toca de cerca. Por una parte, el hermano pequeño del futbolista del Liverpool militaba en el Penafiel, club recientemente adquirido por una empresa propiedad de la familia Escotet. Por otra parte, el accidente se produjo a bordo un Lamborghini Urus, vehículo que en su día también pilotó Lucas Pérez.


Es curioso. A veces el ser humano teme al medio de transporte más seguro —normal lo de Lucas después de esa caída de 3.000 metros que recordó con angustia— mientras se envalentona cuando lleva entre sus manos un ataúd con cuatro ruedas, más preparado para una carrera en un circuito cerrado que para ejercer de medio de transporte. Quizá sea eso. La tranquilidad de tener el control del movimiento y la velocidad. La tranquilidad, que a veces la carga el diablo, y no necesariamente el modelo de Lamborghini que lleva ese nombre.


La carretera —y no solo el coche— se ha llevado por delante, y lo seguirá haciendo, la vida de infinidad de gente en todo el mundo. Y de muchos jóvenes deportistas. Aún el pasado fin de semana, echando un vistazo a los récords de España de atletismo y las mejores marcas históricas mientras seguía el Europeo de Naciones, me topé con Miguel Ángel Gómez Campuzano, velocista olímpico en 1992 que se mató junto a su novia en un accidente de moto.


En mi mente están grabados a fuego varios fallecimientos de deportistas de élite sobre el asfalto. El primero, el del baloncestista Fernando Martín, un tipo que en la cancha parecía indestructible pese a sus épicas batallas con Audie Norris o Dino Meneghin. También empecé a comprender la fragilidad del ciclista en la carretera el día en que una furgoneta se llevó por delante a Antonio Martín Velasco, al que había visto conquistar el maillot blanco al mejor ciclista joven del Tour de Francia. Otra sacudida importante fue la pérdida de Rommel Fernández, cuyas grandes virtudes de ‘9’ ya había podido presenciar en directo en Riazor en varias ocasiones. El caso de Drazen Petrovic fue, si cabe, todavía más espeluznante, porque el ‘Mozart del basket’ había sido toda una inspiración cuando en mi adolescencia me atrevía a enfrentarme a los ‘gigantes’ de mi barrio en aquella canasta callejera patrocinada por el Banco Exterior de España...


La lista es interminable. Laurie Cunningham, Juan Gómez ‘Juanito’, José Antonio Reyes —todos casualmente, como Martín y Petrovic, exmadridistas—, el italiano Gigi Meroni —ídolo del Torino, atropellado por un hincha que décadas más tarde acabaría presidiendo el club—, la leyenda búlgara Georgi Asparoukhov, el francés Seth Adonkor —hermanastro e inspiración de Marcel Desailly—, el goleador alemán Maurice Banach, el internacional brasileño Dener o incluso un árbitro internacional como Emilio Guruceta. Incluso en la misma figuran dos deportivistas. ‘Musti’ Mujika, jugador blanquiazul entre 1990 y 1992, falleció en 2004 después de tres años en coma por culpa de un accidente de tráfico. Muchos años antes, en 1967, fue Ramón Fernández Gullón —compañero de delantera del recientemente fallecido Moncho Lamelo y que militaba en el Villarreal cedido por el Deportivo— el que perdió la vida en la carretera. Incluso un club santiagués, el Iberia, se desmanteló a raíz de una colisión del autobús en el que viajaban y en el que fallecieron varios de sus componentes en 1950.


Claro, también hubo tragedias áreas. El Torino de 1949, el Manchester United de 1958, la selección de Zambia de 1993 o los recientes dramas del Chapecoense y Emiliano Sala. Terribles todos. Aunque en comparación muy inferiores en número a los irreparables daños que la carretera ha dejado en el mundo del fútbol.

OPINIÓN Otra tragedia en la carretera

Te puede interesar