Un club de fútbol es su gente. Su gente es, por un lado, su afición, su masa social, su apoyo en los buenos momentos y su soporte en los malos. Por otro lado, su gente son sus ex, los personajes que desde dentro y fuera del campo han colaborado, en mayor o menor medida, a los éxitos de un equipo pero, sobre todo, los que consiguen que un club perdure en el tiempo y no corra la (mala) suerte que otros que firmaron su fecha de defunción.
Uno de los primeros logros del consejo de administración presidido por Tino Fernández fue recuperar la relación del club con sus veteranos. A los veteranos, algunos los tachan de cosas negativas. Que si ya vivieron del club todo lo que tenían que vivir. Que si no están todos los que deberían estar. Que si solo están para la foto. A esos algunos, pocos afortunadamente, hay que explicarles, en primer lugar, que ningún veterano, al menos del Deportivo, vive de la Asociación de Veteranos del Real Club Deportivo, cuyo trasfondo es únicamente benéfico. Tanto acuden raudos y veloces a disputar partidos para recaudar fondos en favor de colectivos desfavorecidos o de enfermos que necesitan una inyección económica para costear un tratamiento, como son los primeros en presentarse a cualquier evento que rememore el pasado (más o menos) glorioso del club que defendieron con orgullo.
Al frente de ellos, desde hace unos años junto a la recientemente fallecida Mari Carmen Presas, se encuentra Manuel Ríos Quintanilla. Manolete es una auténtica leyenda del club al que a los que nacimos de los años 70 en adelante nos puede sonar a chino. O no. Depende de la cultura deportivista de cada casa. En mi caso supe de sus logros cuando era un crío y, durante mi etapa en el departamento de comunicación del club, pude tratar con él. Desde entonces, se convirtió en Don Manuel. Más allá de sus 250 partidos —4 menos que Tristán y 3 más que Capdevila— entre 1964 y 1972. Más allá de los 15 millones de pesetas que dejó al club su traspaso al Valencia aquel año, cuando un piso en el centro de Madrid valía 3,5 ‘kilos’. Más allá de su internacionalidad con España cuando era ciencia ficción la convocatoria de un futbolista del ‘equipo ascensor’. Más allá de su trofeo al mejor futbolista nacional de la Primera División 1971-72. Más allá de su impagable mediación para ayudar al equipo de sus amores a convertirse en Sociedad Anónima Deportiva durante su etapa en el Banco de Bilbao.
El trabajo de Manolete al frente de los veteranos —codo a codo con Mari Carmen, no me olvido de ella, imposible hacerlo— ha servido para dar una segunda oportunidad a exfutbolistas que no tuvieron fortuna en su salto a la vida real. También se convirtió en apoyo incondicional del Dépor Genuine, otro de los fantásticos proyectos socio-deportivos nacidos durante el mandato de Tino. Además colabora con la Fundación Padre Rubinos, ayudando a trabajar la memoria de los ancianos a través de imágenes y recuerdos deportivistas.
Rememorar los sucesos del pasado y honrar a los héroes pretéritos, en actos como el organizado por DXT Campeón durante la tarde-noche de ayer, es el camino hacia el futuro. Recordar de dónde venimos para saber hacia dónde vamos. Como rezaba el tifo desplegado en Preferencia la pasada campaña en el encuentro con la Cultural Leonesa, “só a lembranza de onde veño me axuda a saber cara onde vou”.