Esta semana la RFEF vuelve a dar muestras de que la actual estructura y organización de la tercera categoría del futbol nacional está en crisis. La fallida reforma de la Segunda División B tiene síntomas de agotamiento debido, sin duda, a una mala planificación federativa.
En esencia, los dirigentes de la Federación entienden que debe de existir un mayor control económico sobre los gastos de los clubes que la integran.
Proponen que el coste de la plantilla (salarios, traspasos y comisiones) no debe superar el 70% de los ingresos que generan, una medida acorde con los criterios de fair play financiero que impone la UEFA. Para ello va a someter a los clubes a una votación para que elijan el modelo que proponen o volver a una situación anterior que parecía superada.
Y no es que les falte razón a la RFEF porque los clubes continúan endeudándose sin el menor rigor en el gasto, si bien la Federación siempre llega tarde para corregir sus errores. Pretender imponer estas medidas a estas alturas supondría adulterar de alguna manera las reglas -o la ausencia de ellas- cuando la competición está ya muy avanzada.
Resulta paradójico que este debate se genera en la primera categoría de una competición mal llamada de ‘Fútbol No Profesional’ en donde todos los jugadores son profesionales y, en algunos clubes, hasta los miembros del Consejo de Administración cobran por sus servicios.
Sin ir más lejos, tenemos el ejemplo del RC Deportivo, club profesional, centenario, con varios títulos nacional, y que circunstancialmente compite en una categoría no profesional. La estructura del Club, los más de veinte mil socios que pagan su abono, los ingresos por retransmisiones deportivas, por patrocinios, merchandising y publicidad, los gastos en plantilla, personal etc... ¿Son los propios de una organización deportiva profesional o amateur?
Es ahora cuando la Federación observa con preocupación que los gastos de los participantes en 1ª RFEF se disparan sin control ni consonancia con los ingresos generados. Y ya van tres años desde que decidió transformar la Segunda B en una competición modélica de Futbol No Profesional. En ese tiempo se ha removido la categoría para tratar de conseguir un modelo rentable y sostenible que ha acabado en el mismo punto de partida. Mover para no cambiar nada.