OPINIÓN | Es el mercado, amigo
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Vaya por delante, con la intención de no incurrir en ningún tipo de delito ni hacer acusaciones sin pruebas, que esta columna de opinión tratará sobre una situación hipotética. Una presunta decisión en la que los factores deportivos son los últimos de la lista y priman otras cuestiones que se escapan de las manos del entrenador. Óscar Gilsanz apuntó que el hecho de prescindir de su único central izquierdo sano, para darle la titularidad a un segundo central diestro que actuase a pierna cambiada, era una medida estratégica al tener a dos de sus defensores apercibidos de sanción. No vamos a decir, entonces, que la suplencia de Pablo Martínez en favor de un Jaime que disfrutaba de su primer partido de inicio esta temporada, en la que todavía superó el domingo los 100 minutos, tuvo de fondo evitar que se active la cláusula de renovación que el galo firmó por número de partidos jugados.


Insisto, no es cuestión de pensar mal. Pero aunque hipotéticamente el motivo real no tuviera demasiado que ver con la acumulación de amarillas y sí con la de partidos que lo acercan a ese número mágico para ampliar su contrato, ¿alguien podría realmente culpar al Deportivo? No seré yo el que en 2025 le pida al fútbol que se aleje de la mercantilización salvaje que, por otra parte, asola cada rincón de la sociedad. Con el paso de las décadas, este deporte, como tantos otros, ha ido entregándose cada vez con menos pudor a los brazos del negocio y lo único que importa es la columna de resultados. Sí, también la que los lunes acompaña a las clasificaciones tras la jornada. Pero menos. Es el mercado, amigo.


Por lo tanto, si llegara el caso en que el club coruñés tiene que tomar una decisión empresarial que consiste en dejar en el banquillo a uno de sus futbolistas para no sumar un contrato más a la larga lista de 29 jugadores comprometidos para la próxima temporada, no seré yo el que ponga pegas. Ahora, sería bueno para todos no andar moviendo los marcos de la moralidad y la ética a conveniencia. El criterio, al menos el que trata de aplicar el que firma, va en ambas direcciones. Por lo que cuando un jugador esté en una situación similar y tome una decisión en la que anteponga sus intereses personales a los del club, estaría bien que nadie tratara de afearle la conducta ni pedir una lealtad que no siempre es mutua. Repito, hipotéticamente.


Al Deportivo le han sobrado cuatro jornadas para conseguir el objetivo de la permanencia y se abre ahora un merecido periodo para tratar de poner en orden todos los asuntos que durante el año la competición lo impide. Entre ellos están los de probar a los menos habituales como Charlie Patiño, Diego Gómez o Genreau, permitir que se vayan de vacaciones lo antes posible para cuidar su físico José Ángel y Villares, o acelerar la decisión sobre la continuidad, o no, de un Óscar Gilsanz que, paradójicamente, asumió el banquillo del primer equipo sin cláusula de renovación automática. Ni por objetivos ni por partidos. Por supuesto, también la presunta restricción a un Pablo Martínez cuyo rendimiento ha ido a menos con el paso de los partidos, pero al que difícilmente puede reprochársele su honestidad.

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