La excelente relación del Real Madrid con la Copa de Europa -Champions League en su versión actual- no deja de sorprender. Son diez semifinales alcanzadas en las últimas doce ediciones en las que se ha colado el equipo merengue. En ocasiones con un buen equipo, en otras con una plantilla justa, a veces con grandes problemas de juego, pero siempre ha sabido competir al máximo.
Sin ir más lejos, esta temporada comenzó su andadura europea cediendo un partido en el Bernabéu contra el desconocido Sheriff Tiraspol en la fase de grupos. Tocaba remar y resolvió ganando el resto de encuentros.
Pese a clasificarse en primer lugar, el sorteo le deparaba una sorpresa. Nada más y nada menos que lo emparejó con el potente PSG de Messi, Mbappé, Neymar, Verrati, Di María, Ramos, y compañía. La visita a París se saldó con un raquítico uno a cero -con penalti fallado por Messi incluido- tras un partido en el que el equipo blanco podía haber salido trasquilado. Fue un mal partido para los de Ancelotti que milagrosamente salvaron con una derrota mínima.
La vuelta en Madrid comenzó con un PSG ordenado que tuvo la osadía de adelantarse en el marcador. La eliminatoria estaba más que complicada y el juego madridista no parecía mejorar. Bastaron los treinta últimos minutos para que se desatara esa especie de histeria colectiva entre jugadores y público para que en una perfecta comunión le dieran la vuelta al partido y a la eliminatoria.
Más de lo mismo pero en otra versión sucedió con el Chelsea, actual campeón europeo. Brilla el Madrid en Londres con la audacia de Carletto que apostó por reforzar el medio del campo con Valverde. El resultado de uno a tres dejaba casi sentenciado el cruce. Pero el Madrid necesita sentirse ahogado para sacar su ADN. Fueron los ingleses quienes dieron la vuelta a la situación para colocarse cero a tres a falta de diez minutos. Minutos después fueron testigos de las siete vidas que tiene el conjunto de Concha Espina.
Dudo que el Real Madrid de las últimas Copas de Europa fuera el mejor de Europa. No era el Ajax de Cruyff, ni el Bayern de Beckenbauer, ni siquiera el Milán de Sacchi o el Barsa de Messi, pero demostró, y lo sigue haciendo, que tiene un gen competitivo superior al resto.
No es sólo el triunfo de la calidad sino de la capacidad de competir, de superar las situaciones adversas y el convencimiento, casi genético transmitido de generación en generación, de saberse el mejor club de mundo. Por eso dar por muerto al Madrid es un ejercicio de riesgo.
@pgarcia_ramo
