Hay personas cuya labor no necesita titulares. Personas que construyen desde el silencio, que trabajan desde la cercanía, que siembran sin esperar protagonismo. Juan Luis Villamisar fue una de ellas. Su fallecimiento deja un hueco enorme, no solo en el seno de la Real Federación Galega de Fútbol, sino en todo el tejido del deporte aficionado en A Coruña y Galicia.
Villamisar representaba la esencia más pura del fútbol de base. Siempre con una actitud conciliadora, fue capaz de tender puentes, de buscar acuerdos, de priorizar el bien común por encima de cualquier interés. Su visión del deporte era integral: entendía que el fútbol era también un motor social, un refugio educativo, una herramienta para inculcar valores a las generaciones más jóvenes.
Desde los barrios de nuestra ciudad hasta las localidades más pequeñas de la provincia, defendió que el fútbol debía permanecer vivo, accesible, abierto a todos. Su implicación fue absoluta. No hubo proyecto humilde ni campo modesto que no contara con su apoyo, con su escucha, con su consejo.
La última vez que compartí un momento con él fue en la reciente gala del deporte. Escucharle hablar de su trayectoria y de las anécdotas vividas a lo largo de los años fue, para mí, una auténtica lección de vida. Me sentí agradecido de poder conocer tan de cerca a una persona que, desde la discreción, ejerció una influencia tan profunda en nuestro deporte y en nuestra sociedad.
Hoy lo despedimos con tristeza, pero también con profundo respeto y gratitud. Nos deja el ejemplo de una vida dedicada al servicio, al deporte y a las personas. Nos queda su legado: el de un fútbol más humano, más comprometido y más justo.
Gracias, Juan Luis. Descansa en paz.
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