Quizá le parezca extraño, pero hoy me gustaría aprovechar este espacio para solicitar, siempre con respeto, la dimisión de Óscar Gilsanz. Entiéndame, querido lector o lectora. No es para menos, después de que el técnico haya salvado con holgura a un Deportivo que cogió vigésimo, con 10 puntos en 12 partidos y por detrás de equipos como el Racing de Ferrol, el Eldense, el Zaragoza, el Málaga, el Sporting o el Castellón, a los que ahora mira con tanta tranquilidad como suficiencia.

Esta solvente permanencia de un recién ascendido llegó después de ver cómo de la plantilla volaba para siempre la zurda de Lucas Pérez y perdía casi para lo que quedaba de temporada la de Escudero. A cambio, llegaban con prisas el repescado Diego Gómez, dos extranjeros con proyección pero un importante proceso de adaptación por delante y un tercero, cedido para parchear una carencia. Ni rastro de otro central, una posición en la que el equipo ahora padece problemas que se podían ver venir.

¿Cómo no pedir la cabeza de Gilsanz cuando, además, su mayor mérito para ascender al primer equipo fue alcanzar todas y cada una de las metas desde su llegada a la entidad? Campeón nacional con el Juvenil, playoff, ascenso y salvación con el Fabril. ¿A quién se le ocurriría regalarle a un técnico que para más inri es de Betanzos la oportunidad de dirigir al primer equipo en un proyecto que dice ser de cantera? Es lógico que la entidad no tenga claro aún si renovarle. Yo que ella, más bien, le invitaría a dimitir.