Cuando había logrado lo más difícil y tan solo tenía que aterrizar el ejercicio de la temporada, el Deportivo clavó los dientes y no los pies contra la colchoneta. El jurado de Riazor levantó las tablillas de las puntuaciones con una mueca de espanto y así comenzó un verano que pasó de ilusionante a exigente en lo que le llevó al Elche explicarle a los blanquiazules que las vacaciones arrancaban con el silbatazo final del árbitro y no con el inicial. Alguien decidió entonces pinchar “Viva la vida” en la megafonía para disputarle a Samuel Beckett la bandera del teatro del absurdo.
Ya venía pareciéndose demasiado el último mes competición al meme del caballo, esa perla del lenguaje de internet que representa un proceso de degradación: es el dibujo de un equino que en sus cuartos traseros es realismo puro, se empieza a estropear a la altura de la grupa y, cuando llega a las patas delanteras y la cabeza, se convierte en el garabato de un niño de Primaria. El retrato del último Deportivo del curso se hace con un seis y un cuatro, como en la broma infantil. En nada recordó al equipo que fue durante los tramos que le valieron una salvación holgada que, de tanto paladearla, ha acabado amargando.
Si el fútbol es un estado de ánimo, la energía de los herculinos fue la propia de una tumbona de playa. Y ese espíritu vacacional va a estropear el verano de unos cuantos en el club.
Repiten los profesionales que lo mejor de este juego es que te da una oportunidad de redimirte el siguiente domingo. Por desgracia para la planta noble de Abegondo, tendrán que esperar diez domingos al menos a que haya un partido que pueda borrar esta imagen postrera de la campaña que nos devolvió a la LFP.
Los dueños del timón decían manejarse con un plan quinquenal y, dos años después de arrancarlo, plantean el ascenso a Primera División como el resultado de un trienio aún por suceder. Sin embargo, la realidad tozuda muestra que los ciclos en el primer equipo se están quemando en mucho menos tiempo. Un año después, este ya no es el Deportivo de Lucas y uno no apostaría a que lo pueda seguir siendo de Yeremay, la estrella indiscutible de la afición. El vestuario pierde a Jaime y Pablo Martínez, dos de los capitanes que sostuvieron el retorno al fútbol televisado con más de una cámara. Villares volverá a ver cómo se renuevan muchas taquillas a su alrededor. ¿El entrenador? El que tenemos ya no es el que tuvimos y al de ahora le han movido la cinta de la línea de meta que debía atravesar.
Roma no se construyó en un día y un club que se imagina a sí mismo sostenido por la cantera, mucho menos. Se pide confianza en el proceso pero abundan las acciones que denotan urgencias no confesadas. El presidente Escotet, pé no ferro, anunció a los socios de oro que volverán las noches de Champions. Los gestores del día a día se apuraron a ver si ese brindis era al sol o a una fecha concreta en el plan de proyecto. Y cuando alguno se estaba recuperando del susto, el equipo desafinó de forma espeluznante. El verano en A Coruña es suave pero el termómetro para Fernando Soriano marca 451 grados Fahrenheit, la temperatura con la que arden los sueños.